martes, 15 de julio de 2008

LA MUERTE DE CRISTO


LA MUERTE DE CRISTOCOMPRUEBA QUE EL ES DIOS
Después de treinta y tres años de estar en la tierra, Cristo murió. Su muerte fue extraordinaria. Fue diferente de la de cualquier otro hombre en la tierra. Todos los líderes religiosos mueren como hombres y son sepultados como hombres. Pero Cristo murió de manera diferente de todos los demás. Su muerte fue distinta de la muerte humana ordinaria en seis aspectos:
En primer lugar, El les habló a Sus discípulos de Su muerte antes de que ocurriera. El mostró a Sus discípulos que “le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto y resucitar al tercer día” (Mt. 16:21). El no sólo predijo Su muerte sino también que resucitaría tres días después. Esto demuestra que Su muerte no fue una muerte accidental a manos de hombres, sino que fue una muerte ordenada de antemano por Dios.
En segundo lugar, Su muerte fue el cumplimiento exacto de las profecías en cuanto al Mesías, predichas por los profetas centenares de años antes. En el Antiguo Testamento, Salmos 22:15-18, se describe la escena de la muerte de Cristo: “Como una teja se secó Mi vigor, y Mi lengua se pegó a Mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron Mis manos y Mis pies. Contar puedo todos Mis huesos; ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí Mis vestidos, y sobre Mi ropa echaron suertes”. Esta es una descripción vívida de la manera en que habría de morir el Mesías. Si leemos la narración de los Evangelios, veremos que exactamente así murió Cristo. Cuando El estaba en la cruz, Sus manos y Sus pies habían sido traspasados. La deshidratación causada por el derramamiento de sangre y agua con toda seguridad hizo que Su lengua se pegara a Su paladar y que Sus huesos se pronunciaran. Mateo 27:35 dice que cuando los soldados habían crucificado a Cristo, “repartieron entre sí Sus vestidos, echando suertes”, lo cual fue el cumplimiento exacto de las palabras de la profecía del Antiguo Testamento.
En tercer lugar, ya se había presentado centenares de años antes la hora y la manera que Cristo habría de morir, en los tipos del Antiguo Testamento. En Exodo 12 el relato de la fiesta de la Pascua nos dice que un cordero había de ser preparado para la fiesta (vs. 3, 5-6). Este cordero debía ser sin defecto y debía ser examinado cuatro días antes de la Pascua. Se le debía matar el día catorce del primer mes en un palo que tenía forma de cruz. Este es el cuadro completo de la manera en que Cristo murió en la cruz. Antes de ser puesto en la cruz, fue examinado seis veces, por los judíos y los gentiles, y se le halló sin falta. También Su muerte ocurrió el día catorce del primer mes, el día de la Pascua (Mr. 14:12-17; Jn. 18:28).
En cuarto lugar, cuando Cristo murió, dijo: “Consumado es” (Jn. 19:30). Cuando un ser humano típico muere, se acaba su carrera. No importa cuán grande sea la persona, una vez que sale del mundo, su trabajo se termina. Pero la muerte de Cristo no era Su final; al contrario, fue el punto culminante de Su obra. La muerte marcó no sólo la terminación de Su carrera sino también la culminación de Sus logros. Tal muerte ciertamente no fue una muerte ordinaria, sino una muerte que tiene mucho significado y que implica grandes logros.
En quinto lugar, la muerte de Cristo inició eventos sobrenaturales, lo cual demuestra la naturaleza sobrenatural de Su muerte. La muerte de los seres mortales es la muerte de pecadores por sus propios pecados; pero la muerte de Cristo es la muerte de Dios en un ser humano por los pecadores. Como tal, fue una muerte extraordinaria. Cuando Cristo murió, cayeron tinieblas sobre la tierra en pleno mediodía. La tierra se sacudió y las piedras se rompieron. Las tumbas se abrieron, y muchos muertos resucitaron (Mt. 27:45, 51-53). En toda la historia, ¿quién ha tenido una muerte semejante? El fenómeno fue tan asombroso que el centurión y los que estaban con él vigilando sobre el cuerpo de Jesús se espantaron en gran manera y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt. 27:54). La creación se sacudió de temor y temblor porque era el Creador quien había muerto en la cruz.
En sexto lugar, la Biblia dice que Cristo murió como Sustituto de todos los pecadores (1 P. 3:18) y se ofreció a Dios como sacrificio por los pecados de todo el mundo (Jn. 1:29; 1 Jn. 2:2). Mientras Cristo estaba clavado en la cruz, Dios puso los pecados del mundo sobre El y lo consideró el único pecador, que sufría una muerte sustitutiva por todos los hombres (2 Co. 5:14). Ningún ser humano ordinario, aun si no tuviera pecado, estaría calificado para ser el sustituto de todos los hombres y llevar los pecados del mundo entero. Sólo un hombre podía morir por los hombres y por los pecados de ellos, y sólo Dios es lo suficientemente grande para abrazar a todos los hombres y llevar todo el peso de los pecados del mundo. Por consiguiente, Aquel que murió por los pecadores y por sus pecados debe de haber sido un Dios-hombre, el mismo Dios mezclado con el hombre auténtico. Este es Jesucristo nuestro Salvador.
Por último, la eficacia eterna de la muerte redentora de Cristo es una comprobación de que Cristo es Dios. La eficacia de la muerte de Cristo es eterna, sin límite en cuanto a espacio o tiempo. La muerte eficaz de Cristo se aplica a cada creyente, sin importar el espacio o el tiempo. La muerte sustitutiva de Cristo efectuó una redención eterna por nosotros (He. 9:12, 14). Si Cristo hubiera muerto solamente como un hombre, la eficacia de Su muerte no habría sido eterna. Sólo Dios es eterno, y sólo lo que Dios cumple puede tener un efecto eterno. La sangre que Cristo derramó en la cruz por nosotros no era sólo la sangre de Jesús el hombre sino también la sangre del Hijo de Dios (1 Jn. 1:7), la “propia sangre” de Dios (Hch. 20:28). Por lo tanto, puede purificarnos de todo pecado. El límite de Su poder para limpiar es tan grande como el límite de nuestros pecados. El hecho de que Cristo murió siendo un hombre auténtico le califica para derramar Su sangre para redimirnos como hombres, y el hecho de que Cristo también sea Dios da la certeza de la eficacia eterna de Su redención por nosotros. Así que, la eficacia eterna de la muerte redentora de Cristo es una prueba convincente de que El es el mismo Dios.

CRISTO ES DIOS AMEN...

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