martes, 28 de octubre de 2008

DIOS PARA NOSOTROS


REVERENCIAR A DIOS
El primer principio por el cual el hombre lleva una vida humana apropiada consiste en reverenciar a Dios. No sólo debemos adorar a Dios, sino también reverenciarlo. Reverenciar a Dios significa tenerlo en consideración y tomarlo en cuenta para todo, sin olvidarnos de que El es el maravilloso Dios que nos creó. Si estamos a punto de enojarnos, debemos reverenciar a Dios. El hecho de reverenciar a Dios nos guarda de cometer alguna maldad, y también hace que seamos conmovidos por los sufrimientos de los demás y que les mostremos misericordia y compasión.
Antes de que yo creyera en el Señor Jesús, a pesar de haber nacido en el cristianismo, nunca reverenciaba a Dios; sin embargo, desde el día de mi salvación empecé a reverenciarlo. Desde ese día, comencé a respetar a Dios y a tomarlo en cuenta para todo. Esto produjo un gran cambio en mi vida.
Temer a Dios
Reverenciar a Dios significa temer a Dios. El temor de Jehová es el comienzo del conocimiento y el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es entendimiento (1:7; 9:10; 15:33a). El conocimiento, la sabiduría y el entendimiento proceden de Dios, y los poseeremos al temer a Dios, reverenciándolo. Si buscamos la sabiduría como a la plata y la escudriñamos como a un tesoro escondido, entenderemos el temor de Jehová y hallaremos el conocimiento de Dios (2:4-5). El temor de Jehová es aborrecer el mal (8:13). El temor de Jehová también aumenta los días, mas los años de los impíos serán acortados (10:27). El que camina en su rectitud teme a Jehová, mas el de caminos pervertidos lo menosprecia (14:2). En el temor de Jehová está la fuerte confianza, y sus hijos tendrán refugio. El temor de Jehová es manantial de vida, que nos aparta de los lazos de la muerte (vs. 26-27). Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que un gran tesoro donde hay turbación (15:16). Si tememos mucho a Jehová, tendremos paz.
Confiar en Dios
Reverenciar a Dios también significa confiar en El. Proverbios 3:5-8 nos exhorta a fiarnos en Jehová de todo nuestro corazón y a no apoyarnos en nuestro propio entendimiento. En todos nuestros caminos debemos reconocerlo, y El enderezará nuestras sendas. No debemos ser sabios a nuestros propios ojos; debemos temer a Jehová y apartarnos del mal. Esto será salud a nuestro cuerpo y refrigerio para nuestros huesos.
El que atiende a la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado (16:20). En mis frecuentes viajes, a menudo Satanás me ha amenazado interiormente diciéndome que el avión en el cual viajaba se estrellaría. En tales ocasiones hablé con el Señor, diciéndole: “Señor, no estoy en un avión; estoy en Ti. Tú eres mi avión”. Esto es confiar en el Señor.
Según 3:26 Jehová será nuestra confianza, y El preservará nuestro pie de quedar preso. Probada es toda palabra de Dios; El es escudo a los que en El se refugian. No debemos añadir a Sus palabras, para que no nos reprenda y seamos hallados mentirosos (30:5-6), ni debemos cambiar Su palabra agregándole algo según nuestro punto de vista. Esto es muy peligroso.
Honrar a Dios
Reverenciar a Dios también significa honrarle. Proverbios 3:9-10 declara que debemos honrar a Jehová con nuestros bienes y con las primicias de todos nuestros frutos. Entonces serán llenos nuestros graneros con abundancia, y nuestros lagares rebosarán de mosto. Sería lamentable que nos empeñásemos en ganar dinero y acumular tesoros a fin de asegurar nuestro futuro. Antes bien, debemos dar a Dios por lo menos la décima parte de nuestros frutos, las primicias. Siempre debemos ser generosos en distribuir lo que Dios nos ha dado. Esto honra a Dios.Extracto de LSM

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lunes, 6 de octubre de 2008

EL SISTEMA


EL SISTEMA DE CLERIGOS Y LAICOS
La segunda categoría de la obra de Satanás se encuentra en el sistema de clérigos y laicos. Les insto a que lean la historia de la iglesia. Después de que Satanás comenzó a usar tantos substitutos que usurpaban el lugar de Cristo, inventó el sistema de clérigos y laicos, con el fin de anular totalmente la función de los miembros del Cuerpo. Al principio, todos los miembros eran normales, es decir, eran miembros que funcionaban. Pero gradualmente el enemigo fue estableciendo el sistema de clérigos y laicos con la intención de limitar la función de los miembros, reduciéndola a una pequeña élite de creyentes. Debido a que la mayoría quedó sin funcionar, el Cuerpo se paralizó.
¡Cuán sutil es el enemigo! Su intención principal es reemplazar la vida, y lo hace utilizando cualquier cosa que no sea Cristo. Además, él intenta anular la función de los miembros, y su manera de lograrlo es introducir el sistema de clérigos y laicos.
Hermanos y hermanas, tenemos que desenmascarar a Satanás y poner al descubierto sus estrategias malignas, pues él está oculto detrás de todos estos artificios. Hemos subestimado el sistema religioso de clérigos y laicos; hemos sido bastante afectados por nuestro trasfondo religioso y estamos impregnados de él; aún más, este sistema maligno circula por nuestras venas. En la iglesia no debe existir ni clero ni laicado; estamos totalmente en contra de ese sistema. Todos los miembros deben funcionar normalmente en el Cuerpo, pero Satanás se ha empeñado en ahogar y aniquilar la función normal de éstos, usando dicho sistema religioso.EXTRACTO LA ESTRATEGIA DE SATANAS EN CONTRA DE LA IGLESIA LSM

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jueves, 25 de septiembre de 2008

UN TESORO EN VASOS DE BARRO


UN TESORO EN VASOS DE BARRO
“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir. De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co. 1:8-9).
“Así que, teniendo esta intención, ¿procedí acaso con inconstancia? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí sí, sí y no, no?” (v. 17).
“Porque si yo os contristo...” (2:2a).
“Y esto mismo os escribí...” (v. 3a).
“Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que conocieseis el amor desbordante que os tengo” (v. 4).
“¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de parte vuestra?” (3:1).
“No que seamos competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (v. 5).
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros, mas no sin salida; perseguidos, mas no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (4:7-10).
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos abrumados; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (5:4).
“De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne” (v. 16a).
“A través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (6:8-10).
“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (7:5).
“Mas yo Pablo ... estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros” (10:1).
“Porque aunque me gloríe en cierto modo más abundantemente de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificaros y no para derribaros, no me avergonzaré” (v. 8).
“Porque, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable” (v. 10).
“Pero pienso que en nada he sido inferior a aquellos superapóstoles. Pues aunque sea inexperto en el hablar, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos manifestado” (11:5-6).
“Y para que la excelente grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee, a fin de que no me enaltezca sobremanera: respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que este aguijón me sea quitado. Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí ... Porque cuando soy débil, entonces soy poderoso” (12:7-9, 10b).
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas” (10:4).EXTRACTO TESORO EN VASOS DE BARRO WATCMAN N.

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viernes, 29 de agosto de 2008

TOCAR EL ESPIRITU (2 DE 2)

La Biblia consta de palabras escritas, no de sonidos. Con excepción de algunos salmos que usan la palabra selah, no hay otra indicación en toda la Biblia que diga si debemos leerla en voz alta o en voz baja. Sin embargo, cuando la leemos, debemos saber algo de la forma en que se escribió. Si no podemos distinguir entre las porciones “intensas” y las porciones “suaves”, ¿cómo podremos distinguir la condición del espíritu?
Muchos pasajes bíblicos son palabras de súplica. Son un ruego de un predicador del evangelio cuando llama a los hombres a creer en el Señor. El predicador implora porque sabe de los sufrimientos de los pecadores y ve el peligro de sus caminos delante del Señor. Les implora porque está lleno de la compasión del Señor y porque desea que los pecadores se vuelvan al Señor; sabe que cierto pasaje de las Escrituras es una súplica porque percibe las palabras, la compasión, y la comprensión que contiene para con los pecadores. Si lee este pasaje sin los sentimientos que están detrás, le será muy difícil poder entenderlo.
Algunos pasajes de la Biblia son amonestaciones; si uno no ha sido quebrantado por el Señor, no sabrá lo que significan cuando las lea ni conocerá el significado de la reprensión que se hace bajo la presión del espíritu; sólo sabrá reprender cuando esté enojado. No se percatará de que el espíritu que sustenta las palabras puede ser diferente aun cuando las palabras de reprensión sean las mismas.
Debemos aprender a tocar el espíritu de la Biblia con nuestro espíritu. Para adiestrar nuestro espíritu, el Espíritu Santo dispone todas nuestras circunstancias. Debemos darnos cuenta de que el mejor y más importante adiestramiento en nuestra vida proviene de la disciplina del Espíritu Santo, la cual se halla en Sus manos, no en las nuestras. El nos aplica esta disciplina gradualmente. Cuando somos disciplinados continuamente, nuestro espíritu es templado hasta tener la condición apropiada. Nuestro espíritu es ajustado por todos lados; recibe un pequeño golpe aquí, un poco de gozo allá; un poco de paciencia aquí y una pequeña privación allí. En consecuencia, nuestro espíritu es templado y encaja exactamente en el pasaje que estemos leyendo. Cuando nuestro espíritu es llevado a una condición apropiada, las palabras serán transparentes y claras para nosotros, aun cuando los pensamientos que gobiernan las palabras no hayan cambiado en lo absoluto. Cuando hablamos de ellas, tal vez salgan las mismas palabras, y los pensamientos en que se apoyan pueden ser los mismos; sin embargo, empezaremos a saber de qué hablamos y a tener convicción en lo que decimos. Este no es el resultado de la claridad de ideas o palabras, sino de la claridad en el espíritu. Esto es más profundo que las palabras y las ideas. Es tan profundo que lo único que podemos decir es que no tenemos dudas, que todo se nos ha vuelto transparente. Esto es lo que sucede cuando el Espíritu de Dios acopla nuestro espíritu al espíritu de Su Palabra.Extracto lsm Watchman Nee
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TOCAR EL ESPIRITU

Cómo tocar el espíritu que yace detrás de la Palabra (1 de 2)
¿Cómo podemos tocar el espíritu que está detrás de la Palabra? Quisiéramos destacar que esto sólo se puede llevar a cabo por la disciplina del Espíritu Santo, no por el esfuerzo del hombre. La disciplina del Espíritu Santo indica que el Espíritu de Dios reemplaza las obras del hombre. El Espíritu de Dios dispone las circunstancias y actúa en nosotros hasta que nuestro espíritu llega a ser compatible con el de las Escrituras. Aunque los dos espíritus no son idénticos, deben tener caracteres afines. Sólo entonces tocaremos el espíritu que se halla detrás de la Palabra, pues cuando ambos están al mismo nivel, podemos tocar lo que yace detrás de la Palabra. Podemos llegar a la cumbre más elevada en el estudio de las Escrituras cuando nuestro espíritu armoniza con el espíritu de los escritores de la Biblia. Cuando esto sucede, tocamos el contenido espiritual de la Palabra.
El espíritu que yace detrás de la Palabra es un espíritu muy específico y definido; no está escondido detrás de ella de una manera vaga. El Espíritu Santo primero amolda los escritores de la Biblia; después los sella con Su aprobación, y por último los usa como amanuenses de las Escrituras. El espíritu de ellos era perfecto, y por medio de sus espíritus el Espíritu Santo escribió las palabras que constituyeron la Biblia. Es decir, la inspiración del Espíritu Santo no solamente incluye las palabras que escribieron los hombres, sino también la preparación de esos hombres para que fueran vasos útiles. Ya que estos vasos fueron llenos del Espíritu, pudieron escribir lo que escribieron. Por tanto, el espíritu de la Biblia es perfecto, dinámico, infalible y exacto. El Espíritu Santo actuó en el espíritu de los escritores y puso Su marca de aprobación y satisfacción en ellos. El concluyó que estos hombres no iban a restringir ni limitar Su libertad; El podía expresar sus intenciones libremente. Ni siquiera su más ligero aliento ha sido inhibido por tales hombres. Podemos decir que la Biblia es el mismísimo aliento del Espíritu Santo. Comunica el espíritu de los hombres, pero cuando se expresa, lleva consigo el mismo aliento del Espíritu Santo. El tiene absoluta libertad en estos hombres, de tal modo que sus espíritus se confunden con El, y la manifestación de sus espíritus es casi la misma que la Suya. Los escritores de la Biblia fueron guiados de esta manera por el Espíritu Santo al escribirla. Cuando leemos las Escrituras, nuestro espíritu también debe ser guiado por el Espíritu Santo a armonizar con el espíritu de quienes fueron ungidos para escribirla. Esta es la única manera en que podemos tocar el espíritu que se halla detrás de la Palabra de Dios. El estudio de la Biblia no es simplemente un examen de las palabras de la Biblia ni sólo el entendimiento de su significado. El Señor tiene que guiarnos a que nuestro espíritu llegue a ser uno con el espíritu de la Palabra.Extracto de lsm Watchman Nee
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jueves, 21 de agosto de 2008

EL DIOS DE LA RESURRECCIÓN I


EL DIOS DELA RESURRECCIÓN
“Pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir. De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co. 1:8b-9).
“Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Co. 4:16-17).
“Porque ellos, por pocos días nos disciplinaban como les parecía, pero El para lo que es provechoso, para que participemos de Su santidad” (He. 12:10).
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo” (Ro. 8:28-29a).
“Dios ... el cual da vida a los muertos” (Ro. 4:17).
“Yo soy ... el Viviente; estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Ap. 1:17b-18a).
El sufrimiento es una porción asignada a todos los habitantes de la tierra. Nadie puede evadir el sufrimiento. Algunos se imaginan que siempre y cuando uno crea en el Señor y le tema, no padecerá ninguna tribulación; sin embargo, son muchos los cristianos que sufren indeciblemente. Incluso aquellos que tienen una viva comunión con Dios experimentan continuas aflicciones.
Los incrédulos a menudo se preguntan: “Si en verdad Dios ama al mundo, ¿por qué entonces permite que tanta gente sufra?”. Y los que ya son salvos suelen preguntar: “Si Dios ama a Sus hijos, ¿por qué permite que tantos males les sobrevengan?”. Otros se preguntan: “¿Cómo es posible que cuanto más espirituales somos, más aflicciones afrontamos?”. Éstas no son meras quejas conjeturales, sino preguntas muy realistas que todos debemos hacernos.
¿Por qué el hombre, siendo una criatura de Dios, debe estar sujeto a padecimientos durante toda su vida? ¿Por qué debe seguir sufriendo aún después de haber sido hecho hijo de Dios? ¿Y por qué se multiplican las aflicciones a medida que aumenta nuestra devoción hacia Dios?
De joven pasé mucho tiempo indagando acerca del tema del sufrimiento, pero, debido a lo superficial que era mi conocimiento del Señor en aquel entonces, sólo pude extraer de mis estudios las siguientes conclusiones: (1) El hombre tiende a cometer errores; por tanto, el sufrimiento resulta útil para corregirlo. (2) Es necesario que suframos si hemos de consolar a otros, pues sólo aquellos que han sufrido pueden brindar verdadera ayuda a los demás. (3) Los sufrimientos son una disciplina esencial que nos permite desarrollar perseverancia, pues, como dice Romanos 5: “La tribulación produce perseverancia”. (4) El sufrimiento es inevitable si hemos de ser moldeados y llegar a ser vasos útiles a Dios.
Aunque estas cuatro conclusiones a las que llegué en mi juventud ciertamente son correctas, reconozco que están muy lejos del blanco, pues, en última instancia, la finalidad de los sufrimientos es que se lleve a cabo el propósito eterno de Dios. Este propósito nos ha sido revelado a través de las Escrituras, pero sólo puede llevarse a cabo por medio de los sufrimientos. Además, para que este propósito se lleve a cabo, es necesario que conozcamos a Dios en nuestra experiencia, no solamente como el Dios vivo, sino como el Dios de la resurrección.
La experiencia que han tenido todos aquellos que han sido salvos provee al menos alguna evidencia de que Dios es un Dios vivo; sin embargo, son muy pocos los que se han dado cuenta de que el Dios que mora en ellos es el Dios de la resurrección. Si todavía no hemos visto claramente la diferencia entre el Dios vivo y el Dios de la resurrección, nos encontraremos con muchos problemas mientras procuramos avanzar en nuestra experiencia cristiana. Permítanme explicarles de manera sencilla en qué radica esta diferencia.Extraido de LSM WITNESS LEE

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miércoles, 20 de agosto de 2008

EL SACRIFICIO DE LA ALABANZA


EL SACRIFICIO DE ALABANZA
La Biblia presta mucha atención a la alabanza. El tema de la alabanza se menciona con frecuencia en las Escrituras. Salmos, en particular, es un libro en el que abundan las alabanzas. De hecho, en el Antiguo Testamento, el libro de Salmos es un libro de alabanza. Así pues, muchas alabanzas son citas tomadas del libro de Salmos.
Sin embargo, el libro de Salmos contiene no sólo capítulos dedicados a la alabanza, sino también capítulos que hacen referencia a diversos sufrimientos. Dios desea mostrar a Su pueblo que aquellos que le alaban son los mismos que fueron guiados a través de diversas tribulaciones y cuyos sentimientos fueron lastimados. Estos salmos nos muestran hombres que fueron guiados por Dios a través de las sombras de la oscuridad; hombres que fueron despreciados, difamados y perseguidos. “Todas Tus ondas y Tus olas / Pasan sobre mí” (42:7). No obstante, fue en tal clase de personas en quienes el Señor pudo perfeccionar la alabanza. Las expresiones de alabanza no siempre proceden de aquellos que no tienen problemas, sino que proceden mucho más de aquellos que reciben disciplina y son probados. En los salmos podemos detectar tanto los sentimientos más lastimeros como las alabanzas más sublimes. Dios echa mano de muchas penurias, dificultades e injurias, a fin de crear alabanzas en Su pueblo. El Señor hace que, a través de las circunstancias difíciles, ellos aprendan a ser personas que alaban en Su presencia.
La alabanza más entusiasta no siempre procede de las personas que están más contentas. Con frecuencia, tales alabanzas surgen de personas que atraviesan por las circunstancias más difíciles. Este tipo de alabanza es sumamente agradable al Señor y recibe Su bendición. Dios no desea que los hombres le alaben sólo cuando se encuentren en la cima contemplando Canaán, la tierra prometida; más bien, Dios anhela que Su pueblo le componga salmos y le alabe, aun cuando anden “en valle de sombra de muerte” (23:4). En esto consiste la auténtica alabanza.
Esto nos muestra la naturaleza que Dios le atribuye a la alabanza. La alabanza es, por naturaleza, una ofrenda, un sacrificio. En otras palabras, la alabanza proviene del dolor y de los sufrimientos. Hebreos 13:15 dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de El, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan Su nombre”. ¿En qué consiste un sacrificio? Un sacrificio es una ofrenda, y una ofrenda implica muerte y pérdida. El que presente una ofrenda debe sufrir alguna pérdida. Toda ofrenda, o sacrificio, deberá ser entregada. Tal entrega implica sufrir pérdida. El buey o el cordero que usted ofreció, le pertenecían; pero cuando usted los entregó, cuando los elevó en calidad de ofrenda, los sacrificó. El hecho de ofrecer algo no indica que habrá ganancia; más bien, significa que se sufrirá una pérdida. Cuando una persona ofrece su alabanza, ella pierde algo; ella está ofreciendo un sacrificio a Dios. En otras palabras, Dios inflige heridas; Él quebranta y hiere a la persona, pero, a su vez, dicha persona se vuelve a Él ofreciéndole alabanzas. La alabanza ofrecida a Dios a costa de algún sufrimiento, constituye una ofrenda. Dios desea que el hombre le alabe de esta manera; Él desea ser entronizado por esta clase de alabanza. ¿Cómo obtendrá Dios Su alabanza? Dios desea que Sus hijos le alaben en medio de sus sufrimientos. No debiéramos alabar a Dios sólo cuando hemos recibido algún beneficio. Si bien la alabanza que se ofrece por haber recibido un beneficio sigue siendo una alabanza, no puede considerarse una ofrenda. Una ofrenda, en principio, está basada en el sufrimiento de alguna pérdida. Así pues, el elemento de pérdida está implícito en toda ofrenda. Dios desea que le alabemos en medio de tales pérdidas. Esto constituye una verdadera ofrenda.
No sólo debemos ofrecer oraciones a Dios, sino que es menester que aprendamos a alabarle. Es necesario que desde el inicio de nuestra vida cristiana entendamos cuál es el significado de la alabanza. Debemos alabar a Dios incesantemente. David recibió gracia de Dios para alabarle siete veces al día. Alabar a Dios cada día es un buen ejercicio, una muy buena lección y una excelente práctica espiritual. Debemos aprender a alabarle al levantarnos de madrugada, al enfrentar algún problema, al estar en una reunión o al estar a solas. Debemos alabar a Dios al menos siete veces al día; no dejemos que David nos supere al respecto. Si no aprendemos a alabar a Dios cada día, difícilmente participaremos del sacrificio de alabanza al cual se refiere Hebreos 13.
A medida que desarrollemos el hábito de la alabanza, tendremos días en los que nos será imposible reunir las fuerzas necesarias para alabar. Puede que hoy, ayer y anteayer hayamos alabado a Dios siete veces al día, y que le hayamos alabado con la misma constancia la semana pasada o el mes anterior. Pero llega el día en que simplemente nos es imposible proferir alguna alabanza. Son días en los que a uno lo agobia el dolor, la oscuridad total o los problemas más graves. En tales días, uno es víctima de malentendidos y calumnias, y se encuentra tan agobiado que, incluso, derrama lágrimas de auto compasión. ¿Cómo es posible que en tales días podamos alabar a Dios? Es imposible alabarlo debido a que uno se siente herido, dolido y atribulado. Uno siente que la respuesta más obvia no consiste en alabar, sino en lamentarse. Se siente que lo más normal sería murmurar en lugar de dar gracias, y no hay deseos de alabar ni se piensa en hacerlo. Al tomar en cuenta las circunstancias y el estado en que uno se encuentra, pensamos que alabar no es lo más apropiado. En ese preciso instante deberíamos recordar que el trono de Jehová permanece inmutable, que Su nombre no ha cambiado y que Su gloria no ha mermado. Uno debe alabarlo simplemente por el hecho de que Él es digno de ser alabado. Uno debe bendecirlo por la sencilla razón de que Él merece toda bendición. Aunque uno esté agobiado por las dificultades, Él sigue siendo digno de alabanza; entonces, a pesar de estar angustiados, somos llevados a alabarlo. En ese momento, nuestra alabanza viene a ser un sacrificio de alabanza. Esta alabanza equivale a sacrificar nuestro becerro gordo. Equivale a poner lo que más amamos, nuestro Isaac, en el altar. Así, al alabar con lágrimas en los ojos, elevamos a Dios lo que constituye un sacrificio de alabanza. ¿En qué consiste una ofrenda? Una ofrenda implica heridas, muerte, pérdida y sacrificio. En presencia de Dios, uno ha sido herido y sacrificado. Delante de Dios, uno ha sufrido pérdida y ha muerto. Sin embargo, uno reconoce que el trono de Dios permanece firme en los cielos y no puede ser conmovido; y, entonces, uno no puede dejar de alabar a Dios. En esto consiste el sacrificio de alabanza. Dios desea que Sus hijos le alaben en todo orden de cosas y en medio de cualquier circunstancia. Extraido de LSM

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lunes, 18 de agosto de 2008

LA ALABANZA


LA ALABANZA
Lectura bíblica: Sal. 22:3; 50:23; 106:12, 47; 146:2; He. 13:15

La alabanza constituye la labor más sublime que los hijos de Dios puedan llevar a cabo. Se puede decir que la expresión más sublime de la vida espiritual de un santo es su alabanza a Dios. El trono de Dios ocupa la posición más alta en el universo; sin embargo, Él está “sentado en el trono / Entre las alabanzas de Israel” (Sal. 22:3). El nombre de Dios, e incluso Dios mismo, es exaltado por medio de la alabanza.
David expresó en un salmo que él oraba a Dios tres veces al día (Sal. 55:17). Pero en otro salmo, él dijo que alababa a Dios siete veces al día (119:164). Fue por inspiración del Espíritu Santo que David reconoció la importancia de la alabanza. Él oraba tres veces al día, pero alababa siete veces al día. Además, él designó a algunos levitas para que tocaran salterios y arpas a fin de exaltar, agradecer y alabar a Jehová, delante del arca del pacto (1 Cr. 16:4-6). Cuando Salomón concluyó con la edificación del templo de Jehová, los sacerdotes llevaron el arca del pacto al interior del Lugar Santísimo. Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, los levitas situados junto al altar tocaban trompetas y cantaban, acompañados de címbalos, salterios y arpas. Todos juntos entonaban cantos de alabanza a Jehová. Fue en ese preciso momento que la gloria de Jehová llenó Su casa (2 Cr. 5:12-14). Tanto David como Salomón fueron personas que conmovieron el corazón de Jehová al ofrecerle sacrificios de alabanza que fueron de Su agrado. Jehová está sentado en el trono entre las alabanzas de Israel. Nosotros debemos alabar al Señor toda nuestra vida. Debemos entonar cantos de alabanza a nuestro Dios.

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martes, 12 de agosto de 2008

LA IMPORTANCIA DEL QUEBRANTAMIENTO


LA IMPORTANCIA DEL QUEBRANTAMIENTO
Lectura bíblica: Jn. 12:24; He. 4:12-13; 1 Co. 2:11-14; 2 Co. 3:6; Ro. 1:9; 7:6; 8:4-8; Gá. 5:16, 22-23, 25

Tarde o temprano todo siervo de Dios descubre que el obstáculo más grande para su labor es él mismo y se da cuenta que su hombre exterior no está en armonía con su hombre interior. El hombre interior va en una dirección, y el hombre exterior, en otra. El hombre exterior no se sujeta al gobierno del espíritu ni anda conforme a los elevados requisitos de Dios; además, constituye el obstáculo más grande para la labor del siervo de Dios y le impide usar su espíritu. Todo siervo de Dios debe ejercitar su espíritu para mantenerse en la presencia de Dios, conocer Su palabra, percatarse de la condición del hombre, transmitir la palabra de Dios, y percibir y recibir la revelación divina; todo esto lo hace con su espíritu. Sin embargo, el hombre exterior lo incapacita y le impide utilizar su espíritu. Muchos siervos del Señor no son aptos para Su obra, debido a que nunca han sido quebrantados por el Señor de una manera completa. Sin el quebrantamiento, prácticamente no son aptos para realizar ninguna tarea. Todo entusiasmo, celo y clamor son vanos. Este quebrantamiento es fundamental y es la única manera en que uno llega a ser un vaso útil para el Señor.
EL HOMBRE INTERIOR Y EL HOMBRE EXTERIOR
En Romanos 7:22 dice: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”. Nuestro hombre interior se deleita en la ley de Dios. Efesios 3:16 dice: “Fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”. Y en 2 Corintios 4:16 Pablo dijo: “Aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. La Biblia divide nuestro ser en el hombre interior y el hombre exterior. Dios habita en el hombre interior, y lo que está fuera del hombre interior, en donde Dios habita, es el hombre exterior. En otras palabras, el hombre interior es nuestro espíritu, mientras que la persona con la que los demás tienen contacto es el hombre exterior. Nuestro hombre interior utiliza nuestro hombre exterior como vestidura. Dios depositó en nosotros, esto es, en nuestro hombre interior, Su Espíritu, Su vida, Su poder y Su misma persona. Fuera de nuestro hombre interior se encuentran nuestra mente, nuestra voluntad y el asiento de nuestras emociones; exterior a todo esto tenemos nuestro cuerpo, nuestra carne.
Para poder servir a Dios, el hombre debe liberar su hombre interior. El problema básico de muchos siervos de Dios radica en que su hombre interior no encuentra salida a través de su hombre exterior. El hombre interior debe abrirse paso por el hombre exterior a fin de ser liberado. Tenemos que ver claramente que el principal obstáculo en la obra somos nosotros mismos. Si nuestro hombre interior se encuentra aprisionado, nuestro espíritu se halla confinado y no puede salir fácilmente. Si no hemos aprendido a abrirnos paso por nuestro hombre exterior con nuestro espíritu, no podremos servir al Señor. Nada nos estorba tanto como nuestro hombre exterior. La eficacia de nuestra labor depende de cuánto haya quebrantado el Señor nuestro hombre exterior, y de que el hombre interior se libere por medio del hombre exterior quebrantado. Este es un asunto fundamental. El Señor tiene que deshacer nuestro hombre exterior para abrirle paso a nuestro hombre interior. Tan pronto como nuestro hombre interior se libera, muchos pecadores recibirán bendición y muchos creyentes recibirán gracia.

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lunes, 4 de agosto de 2008

LA PRIMERA RAZÓN DE CRISTO


LA PRIMERA RAZÓN POR LA QUE CRISTO TENÍA QUE MORIR
Hay por lo menos tres razones por las que Cristo tenía que ser crucificado. Primero, el hombre es caído y la creación ha sido corrompida por el enemigo; por lo tanto, es necesario que tanto el hombre como la creación fueran juzgados. Por un lado, el hombre está en contradicción a la santidad y justicia de Dios y “carece de la gloria de Dios” (Ro. 3:23); por otro lado, la creación fue sujetada a vanidad y a esclavitud de corrupción (8:20-21). Así que, el hombre y la creación deben ser juzgados por Dios.
Veamos esto desde otro punto de vista. Dios tenía un plan, y Satanás intervino para estorbar, e incluso impedir, el cumplimiento de este plan. Sin embargo, él nunca podrá tener éxito. Es posible que Satanás logre estorbar el plan eterno de Dios y ocasionar demoras, pero jamás podrá impedir que éste se lleve a cabo. Dios ciertamente cumplirá lo que se ha propuesto. De manera que la pregunta que debemos hacernos es: ¿Cómo podía Dios cumplir Su propósito eterno, dado que el hombre estaba en una condición caída y la creación se había corrompido? La respuesta es: por medio de la redención a través del juicio. Por eso Cristo tenía que morir en la cruz. Ésta es la razón por la que Él tenía que ser juzgado por la humanidad caída y la creación corrompida. Mediante este juicio, Dios podría redimir a la humanidad caída, y recobrar la creación corrompida. Así que, la muerte de Cristo le permitió a Dios, por una parte, llevar a cabo Su juicio, y por otra, efectuar la redención. Esto nos muestra la sabiduría de Dios. Dios utilizó la obra de Satanás para Su propio beneficio.
Todos sabemos que éramos pecadores (Ro. 5:19). Somos pecadores por nacimiento, debido a que somos descendientes de Adán. Los niños que nacen en este país, que son hijos de extranjeros, automáticamente se hacen estadounidenses. No necesitan ser naturalizados, pues de hecho son estadounidenses por nacimiento. Asimismo, nosotros nacimos pecadores. No importa cuán buenos hubiesen sido nuestros padres ni cuán buenos nosotros seamos, todos somos pecadores por nacimiento y todos hemos pecado (3:23). Dios tiene que juzgar a los pecadores. Pero, ¿dónde y cómo fuimos juzgados? No hay duda de que necesitamos ser redimidos, pero, ¿dónde y cómo fuimos redimidos? Debemos respondernos estas preguntas delante de Dios y delante de nosotros mismos. Debemos tener la plena certeza de que ya hemos sido salvos del juicio de Dios y que hemos sido redimidos. ¡Podemos declarar confiadamente que hemos sido librados del juicio de Dios y que hemos sido redimidos por Él! Hermanos y hermanas, no sólo fuimos juzgados hace dos mil años en la cruz y en Cristo, sino que también fuimos redimidos por Él. ¡Alabado sea el Señor! Cristo fue juzgado por nosotros mediante Su muerte (1 P. 2:24; 3:18), y gracias a este juicio, Dios nos redimió. Él sólo puede redimir lo que ha juzgado. Dios solamente redime lo que juzga. Ningún pecador puede ser redimido si antes no ha sido juzgado en la cruz. ¡Pero alabado sea el Señor! Ya que Cristo fue juzgado, también logró redención por nosotros (He. 9:12; Ro. 3:24). En el momento en que fuimos juzgados con Cristo en la cruz, fuimos también redimidos. Dios juzgó tanto al hombre pecaminoso como a la creación corrompida, y, al mismo tiempo, los redimió (Col. 1:20-22). ¿Por qué? Debido a que Dios necesita tanto la humanidad como la creación para cumplir Su propósito eterno. Por eso Cristo tenía que morir.

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miércoles, 30 de julio de 2008

LA VISION DEL RECOBRO II


Quien se encarna es el Dios completo
Estrictamente hablando, la Biblia dice: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios” (Jn. 1:1). Aquí debemos ver que este Dios, quien era el Verbo, no es una parte de Dios ni solamente Dios el Hijo, sino Dios el Hijo y Dios el Padre y Dios el Espíritu, es decir, el Dios completo. El Nuevo Testamento no dice que el Verbo era Dios el Hijo; de hecho, no dice que el Verbo era Dios el Hijo, ni tampoco Dios el Padre ni Dios el Espíritu; más bien, el Nuevo Testamento dice que en el principio era el Verbo y que el Verbo era el Dios completo, esto es, el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Luego, leemos que el Verbo se hizo carne (v. 14). Por tanto, Cristo es el Dios completo —el Padre, el Hijo y el Espíritu— que se ha encarnado. Estrictamente hablando, el Nuevo Testamento no dice que el Verbo se hizo hombre, sino que el Verbo se hizo carne. Conforme al uso que el Nuevo Testamento da a la palabra carne, ésta se refiere al hombre caído (Ro. 3:20). No obstante, es con cierta renuencia que les digo que Cristo se hizo “un hombre caído”, debido a que ello podría ser malinterpretado por ustedes y tal vez piensen equivocadamente que yo dije que Cristo llegó a ser un hombre en quien había pecado. Debemos afirmar categóricamente que Cristo no se contaminó con el pecado al hacerse hombre, pero sí se hizo hombre después que la humanidad ya había caído. Por consiguiente, Él se hizo carne, pero solamente en semejanza de la carne de pecado (8:3).

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LA VISION DEL RECOBRO I


LA VISIÓN CONCERNIENTE A DIOS, CONCERNIENTE AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU Y CONCERNIENTE A LA ECONOMÍA DE DIOS
En el recobro del Señor hemos recibido una visión particular, la cual está completamente basada en la revelación divina que el ministerio neotestamentario de Dios nos comunica. Ciertamente no es nada fácil presentar ante ustedes todo cuanto compone esta visión. En estos capítulos nos limitaremos a presentar, de manera breve y concisa, una síntesis de los aspectos más cruciales de esta visión que hemos recibido del Señor.
CONCERNIENTE A DIOS
En primer lugar, debemos considerar qué nos muestra esta visión con respecto a Dios. Dios es triuno. Es uno, y a la vez tres; es tres, pero sigue siendo uno. Él es tres-uno, y este Dios Triuno es el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Los tres coexisten y moran el uno en el otro. Son tres, y sin embargo, son uno. Aunque son distintos entre sí, a la vez son uno. Nuestra mente humana es incapaz de comprender este misterio: en la Deidad, los tres de la Trinidad son distintos entre Sí y a la vez son uno.
CONCERNIENTE AL PADRE
Luego, debemos considerar qué nos muestra esta visión con respecto al Padre. El Padre es la fuente, el origen. Si bien no es necesario explicar mucho esto, sí es necesario que nosotros, en nuestra experiencia, conozcamos al Padre como el origen, la fuente de todo. Además, debemos ver que el propio Padre es triuno, y no solamente es triuno en una manera, sino en tres distintas maneras. Así pues, tanto en lo que concierne a Su propia persona como en relación con el tiempo y el espacio, el Padre es triuno.
Al referirse al primero de la Trinidad, Apocalipsis 1:4 habla de Aquel que es y que era y que ha de venir; esta última expresión —que ha de venir— también podría traducirse como Aquel que vendrá o Aquel que ha de ser. El primero de la Trinidad debe referirse al Padre, y aquí el Padre recibe este título divino. Sin lugar a dudas, tal título se basa en la revelación del Antiguo Testamento concerniente a Jehová. Este asunto está plenamente revelado en Éxodo 3 (vs. 6, 14-16). Allí Jehová, el gran Yo Soy, el Eterno, es también el Dios triuno, es decir, el Dios del padre Abraham, el Dios del hijo Isaac y el Dios del nieto Jacob. Sobre la base de Apocalipsis 1:4 y Éxodo 3 podemos ver que Dios el Padre, en lo que concierne a Su Persona, es triuno.
En segundo lugar podemos ver que el Padre es triuno en relación con el tiempo, pues en Apocalipsis 1:4 dice que Él es Aquel que es, en el presente, Aquel que era, en relación con el pasado, y Aquel que ha de venir, en relación con el futuro. Por consiguiente, podemos ver que Dios el Padre es triuno con relación al tiempo.
Finalmente, también en relación con el espacio el Padre es triuno. Probablemente ustedes no hayan reflexionado antes sobre este aspecto del Padre, pero en Efesios 4:6 dice que Dios el Padre es sobre todos, por todos y en todos. Aquí vemos tres direcciones, pues con relación al espacio, Él está sobre todos, por todos y en todos. Por tanto, podemos afirmar que Dios el Padre es triuno en relación con Su Persona, en relación con el tiempo y en relación con el espacio. Este asunto está claramente revelado en la Palabra santa y lo hemos visto. Para nosotros, estos asuntos constituyen una visión, no una doctrina.
CONCERNIENTE AL HIJO
Ya vimos algo de lo que nuestra visión nos muestra con respecto a Dios y al Padre; ahora abordaremos lo que dicha visión nos muestra en lo concerniente al Hijo, Jesucristo. Cristo es el Dios Triuno encarnado. Solíamos decir que el Hijo de Dios se encarnó para ser un hombre, pero la Biblia no usa tal expresión.

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martes, 29 de julio de 2008

DIOS NOS ELIGIÓ


DIOS ELIGIO
Para cumplir Su propósito eterno, Dios necesitaba crear al hombre. Pero antes de crearlo, debía elegir de entre billones de hombres a algunos para que fueran Sus hijos. Así que, antes de iniciar Su creación, Dios escogió a algunos. ¿Cómo podemos aseverar esto? La Biblia nos lo dice en Efesios 1:4: “Según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor”.
Esto quizás lo lleve a preguntarse: “¿Por qué me escogió a mí y no a otro?” El lo escogió a usted porque El así lo quiso, porque fue Su beneplácito hacerlo y no porque usted fuera bueno o estuviera muy capacitado. Este versículo también nos dice que nos escogió “en El”, en Cristo, no porque fuéramos algo en nosotros mismos.
Según lo que la Biblia llama la presciencia de Dios, Dios supo cuándo, dónde y de quién naceríamos. Romanos 9:11 presenta como ejemplo la historia de Jacob. Antes de que Jacob naciera, aún antes de que tuviera la oportunidad de hacer bien o mal, Dios lo escogió en lugar de su hermano Esaú. Lo mismo sucedió con nosotros. ¿No es esto maravilloso? La elección de Dios es la primera bendición que El nos otorgó y todos debemos estarle profundamente agradecidos.

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SER DIRIGENTE


SER DIRIGENTE DEPENDE DE LA CAPACIDAD ESPIRITUAL
En la economía neotestamentaria de Dios ser dirigente entre Sus hijos no es algo oficial, permanente ni organizado. Ser dirigente, más bien, depende de la capacidad espiritual. El que posee capacidad mayor es el que dirige. En un momento dado, es posible que cierto hermano tenga dicha capacidad, y en otro momento, tal vez la tenga otro. En el día de Pentecostés Pedro era el más capacitado, pero en Hechos 15 era Jacobo.
La relación entre Bernabé y Pablo muestra más a fondo este principio. Hechos 13:2 dice: “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. Aquí vemos que se mencionó a Bernabé antes que a Pablo (Saulo). Sin embargo, cuando estaban en su viaje, Pablo espontáneamente tomó el mando (Hch. 13:9), porque tenía mayor capacidad espiritual. Bernabé trajo a Pablo a Antioquía, y mientras estaban allí, éste asumió el mando. Aun así Bernabé no discutió con Pablo acerca de ello en aquel viaje. Bernabé no dijo: “Pablo, conserva tu lugar. No te olvides que yo fui llamado primero. ¿Por qué estas tomando el mando?” Ya que Bernabé se dio cuenta de que la capacidad de Pablo era mayor, no discutió con él en cuanto al mando.
Todos estos casos comprueban que ser dirigente entre los hijos de Dios hoy en día no es algo oficial, permanente ni organizado. Sino que depende siempre de la capacidad espiritual. Dios lo dispuso de esta manera a fin de que se deje a un lado el concepto humano en cuanto al liderazgo. En el Antiguo Testamento los reyes heredaban el trono. Nunca hubo tres o cuatro reyes gobernando al mismo tiempo. Pero en el Nuevo Testamento el Señor no designó a un solo apóstol sino a doce. Más tarde añadió otros, como Pablo, Bernabé y Timoteo. Creo que hubo muchos apóstoles. Si no fuera así, ¿cómo pudo haber apóstoles falsos en 2 Corintios 11:13? Además, en cada iglesia local siempre hay varios ancianos. Esto indica que en la iglesia no existe en realidad un dirigente permanente.

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CRISTO UNICO DIRIGENTE


CRISTO, EL UNICO DIRIGENTE
Según la economía de Dios, sólo hay uno que dirige a Su pueblo, el Señor Jesucristo: “Ni seáis llamados dirigentes; porque uno es vuestro Dirigente, el Cristo” (lit., Mt. 23:10). Cualquier persona que me considere un dirigente no está practicando la verdad. Si alguien le pregunta quién dirige en la iglesia, debe decir que el que dirige es Cristo. Una respuesta así indica que conocemos la verdad y que la practicamos. Si alguien declara que Witness Lee es el que dirige, usted tiene que decirle: “Witness Lee es nuestro esclavo”.
La Iglesia Católica declara que Pedro fue designado por Cristo para ser el único dirigente. Pero el Nuevo Testamento revela lo contrario. Ciertamente, en los evangelios y en la primera parte de Hechos se menciona primero a Pedro y su nombre encabeza la lista. Pero en Gálatas 2:9 dice: “ Jacobo, Cefas y Juan ... eran considerados como columnas”. Aquí no se menciona primero Pedro (Cefas) sino segundo. Cuando Pedro se puso en pie con los once en el día de Pentecostés, él era fuerte como un león. Pero en Gálatas 2, Pedro era un cobarde, ya que se negó a comer con los gentiles cuando los hermanos vinieron de parte de Jacobo (v. 12). Antes él practicaba la verdad referente a comer con los creyentes gentiles según la visión que él había recibido en Hechos 10. Pero cuando los hermanos vinieron de parte de Jacobo, ya no practicaba esta verdad. Cuando Pablo vio que Pedro y los demás no andaban rectamente en cuanto a la verdad del evangelio, reprendió a Pedro delante de todos (Gá. 2:14). Pedro, con su debilidad, dañaba la verdad del evangelio, la verdad de que los creyentes gentiles y los creyentes judíos eran iguales. Esto indica que en Gálatas 2 la capacidad espiritual de Pedro había disminuido. Pedro no se había apartado de la fe, pero su capacidad espiritual era mucho inferior a la de Jacobo. Por esta razón, en Gálatas 2:9 se menciona a Jacobo antes que a Pedro. Además, el hecho de que los hermanos habían venido “de parte de Jacobo” indica que Jacobo representaba la iglesia en Jerusalén.
Otro indicio de que Jacobo, y no Pedro, representaba la iglesia en Jerusalén se ve en Hechos 21:17 y 18: “Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos”. Se nos dice aquí que Pablo y sus colaboradores no fueron a Pedro sino a Jacobo, ya que todos los ancianos, incluyendo a Pedro, estaban en la casa de Jacobo. Jacobo era el que representaba la iglesia de aquella ciudad.
Otra evidencia al respecto se ve en la conferencia celebrada en Hechos 15. En esta conferencia de los apóstoles y los ancianos, Pedro habló primero y Pablo luego. En una conferencia el que dirige no habla primero sino al final. Las últimas palabras de esta conferencia fueron dadas por Jacobo, tal como lo indica lo siguiente: “Y cuando ellos terminaron de hablar, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme” (Hch. 15:13). Luego en el versículo 19, Jacobo dio su decisión: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios”. Cuando juntamos todos estos versículos, vemos que Pedro no era el único dirigente en el Nuevo Testamento. Cuando los católicos declaran que Pedro fue tal dirigente, debemos saber cómo trazar bien la Palabra referente a esto, de manera que podamos presentarles una cuadro claro.

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EL LIDERAZGO


EL LIDERAZGO EN LA ECONOMIA NEOTESTAMENTARIA
EL CONCEPTO QUE EL SEÑOR TIENE EN CUANTO AL LIDERAZGO

El significado de liderazgo en la Biblia es totalmente diferente de nuestro concepto natural. Lo que el Señor dijo al respecto en Mateo 20:20-28 y 23:8, 10 y 11 cambia completamente lo que los seres humanos piensan en cuanto al liderazgo. Según el concepto natural y humano, uno que dirige está en una posición más elevada que otros. Sin embargo, en estos capítulos el Señor dice que quien desee hacerse grande entre Su pueblo debe ser un esclavo. Así que, el concepto que el Señor presenta en cuanto al liderazgo es opuesto al concepto natural. Ciertamente, es necesario que haya dirigentes entre los hijos del Señor hoy en día. Sin embargo, ellos deben darse cuenta de que, en la economía neotestamentaria de Dios, ser uno que dirige significa ser un esclavo. Si usted quiere dirigir entre los hijos del Señor, tiene que ser un esclavo.
Si somos genuinos y francos, admitiremos que nos encanta dirigir, pero no ser esclavos. Así es el corazón humano. Incluso a las hermanas jóvenes les gusta dirigir. Si no pueden ser la número uno, o por lo menos la número dos, se desaniman. No traiga su concepto natural en cuanto al liderazgo cuando lea la Biblia. En la Biblia, repito, ser uno que dirige significa ser esclavo. Si usted es verdaderamente un esclavo en el pueblo del Señor, debe estar dispuesto a limpiar los lavabos, a aspirar la alfombra, a colocar las sillas y a servir de acomodador. ¡Cuán diferente es esto de la perspectiva mundana en cuanto al liderazgo! En el recobro del Señor, no debemos llamar al encargado del lavabo cuando vemos la necesidad de limpiar. Pues todos nosotros debemos servir en la limpieza. Dejemos a un lado nuestro concepto natural en cuanto al liderazgo y regresemos a la Palabra pura.

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jueves, 24 de julio de 2008

EL DISFRUTE DE CRISTO


EL DISFRUTE DE CRISTO PRESENTADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Después de que el hombre cayó, lo primero que hizo Dios por el hombre fue proveerle un sacrificio. Adán disfrutó y participó de ese sacrificio (Gn. 3:21). Abel, después de Adán, participó del mismo sacrificio (4:4). Noé construyó un altar y ofreció en él sacrificios (8:20). Más tarde, Abraham siguió los mismos pasos: construyó un altar y ofreció un sacrificio (12:7-8). Isaac (26:24-25) y Jacob (35:1, 7) también siguieron los pasos de sus antepasados construyendo un altar y ofreciendo sacrificios. El cordero Pascual fue el primer aspecto principal de Cristo disfrutado por los hijos de Israel (Ex. 12:3-7). De Adán a los hijos de Israel, los que fueron escogidos o elegidos por Dios, disfrutaron el mismo sacrifico.
A partir de Exodo 12 los hijos de Israel empezaron a disfrutar el cordero, el cual tipifica a Cristo. Cristo mismo es el Cordero de Dios, sacrificio único en su género, que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). El cordero mencionado en Exodo 12 tiene dos aspectos: la sangre que redime externamente y la carne que alimenta interiormente. La sangre constituye el aspecto redentor del cordero, y la carne, el aspecto alimentador del cordero. Mediante Cristo, el Cordero de Dios, fuimos llevados de nuevo a disfrutarle como el árbol de la vida. Con el sacrificio del cordero pascual, los hijos de Israel disfrutaron el pan sin levadura y las hierbas amargas (12:8). Luego experimentaron la columna de nube durante el día y la columna de fuego durante la noche (13:21-22), el maná celestial (16:31), y el agua viva que fluyó de la roca hendida (17:6). Finalmente, disfrutaron todas las ofrendas (Lv. 6:8—7:34), el sacerdocio (Ex. 40:13-15), el tabernáculo (Ex. 25:9), todas las riquezas de la buena tierra (Dt.8:7-10) y, por último, disfrutaron de manera más completa a Cristo como el templo (1 R. 7:51). El cordero pascual, el pan sin levadura, las hierbas amargas, el maná celestial, el agua viva, las diferentes clases de ofrendas, y el rico producto de la buena tierra constituyen diferentes aspectos del árbol de la vida. Recordemos que todo el Antiguo Testamento nos habla de una sola cosa: Dios primero se presentó a Sí mismo como el árbol de la vida para que participáramos de El como alimento y le disfrutáramos como nuestra vida y nuestro todo. Después de que el hombre cayó, Dios le proveyó al hombre del cordero para que pudiese ser redimido, y finalmente Dios mismo llegó a ser el templo para el hombre.

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CAMBIAR NUESTRO CONCEPTO


CAMBIAR NUESTRO CONCEPTO DE HACER A COMER
Espero que el Señor cambie el concepto de usted de hacer a comer. Sería maravilloso si usted llegara a ser no sólo un cristiano que obrara sino uno que comiera. En el cristianismo de hoy el énfasis siempre se pone en hacer y obrar. El cristianismo se ha degradado hasta ser una religión, una religión de obras y labores. Pero la primera intención de Dios no es que el hombre labore, sino que le disfrute como banquete y le coma, que el hombre disfrute a Dios mismo. Juan 4:24 nos dice que tenemos que adorar a Dios, pero debemos preguntar lo que significa la palabra “adorar”. Según todo el contexto de Juan 4, el Señor quiere decir que el beber de El como el agua viviente en el versículo 14 equivale a adorarle en el versículo 24. Cuando bebemos de El como el agua viviente, esto quiere decir que le adoramos. Cuanto más bebamos de El, más seremos llenos de El y más le adoraremos. La mejor manera de adorar al Señor es beber de El, alimentarnos de El, disfrutarle y recibirle.
Puede ser fácil decir que no debemos ser cristianos que obren, sino cristianos que coman. Es posible que usted lo diga, pero puede ser que las oraciones que usted haga al Señor no hayan cambiado. Tal vez siga orando: “Señor, ayúdame hoy a hacer lo correcto. Señor, Tú conoces mi debilidad. Sabes cuán fácilmente pierdo la paciencia”. Esta oración demuestra que usted todavía tiene el concepto del hacer. Si estuviera dispuesto a ser liberado del hacer, eso sería un “verdadero milagro”. Necesita la visión. Una vez que el Señor lo ilumine, usted dirá: “Señor, no quiero tener nada que ver con el hacer, así que no voy a pedir que me ayudes a hacer nada. Pero ayúdame a alimentarme de Ti, a comerte”. He estado aprendiendo esta lección por más de cincuenta años. A veces lo hacía como antes. Cuando empezaba a pedir al Señor que me ayudara, inmediatamente tenía que detenerme y decir al Señor: “Oh Señor, me abro a Ti. Tú eres mi disfrute”.
Podemos comprender que debemos olvidarnos del hacer, pero no es fácil olvidarnos de ello. El hacer corre en nuestras venas. Es muy difícil deshacernos de ello. Debemos ver que justamente después de que el Señor creó al hombre, le puso ante El y se le presentó a Sí mismo como árbol de la vida en forma de alimento. Todos debemos aprender a alimentarnos del Señor, a comerle. En China para los que creen en las enseñanzas de Confucio es muy difícil olvidarse del hacer. Todos tenemos que entender primero que el Señor no tiene intención de que hagamos algo para El. Su intención es presentarse a nosotros como alimento día tras día. En el Evangelio de Juan, el Señor se ve primero como la vida (1:4), como el pan de vida (6:35), como el agua de vida (4:14), y como el aliento de vida, el aire (20:22). El es vida, alimento, bebida y aire, y no para que usted sea un cristiano que obra, sino uno que le disfruta. Usted debe disfrutar al Señor como vida, como alimento, como agua y como aire. Debe respirarle, beberle y alimentarse de El para poder vivir por El y en El.
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miércoles, 23 de julio de 2008

EL EVANGELIO EN EL NUEVO TESTAMENTO


El evangelio en el Nuevo Testamento

Por estar relacionado con el reino de Dios En el Nuevo Testamento, la era del evangelio, comienza con la primera frase que Dios habla al hombre, fué "Arrepentíos, porque el reino de los cielos sea acercado" (Mateo 3:2). Él habló esta palabra a través de Juan el bautista. Cuando Jesús vino a predicar, Su primera frase fue también "Arrepentíos, porque el reino de los cielos sea acercado" (4:17). ¿Por qué hay una necesidad de arrepentimiento? Es porque el reino de los cielos se había acercado. El arrepentimiento es reunir a la gente en el reino de los cielos, No sólo para perdonar los pecados a las personas, recibir la vida, ser salvados, y ser regenerado, sino que también seamos introducidos en un reino. Más tarde, el Señor Jesús fué a las ciudades y las aldeas, enseñando en las sinagogas y no se limitaba a predicar el evangelio del perdón de pecados y de la vida nueva, sino que también les halaba de el evangelio del reino (9:35). Cuando el Señor Jesús estaba a punto de apartarse de la tierra, Él le dijo a sus discípulos: "Este evangelio del reino será predicado en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones y, entonces “vendrá el fin” (24:14 ). Esta palabra significa mucho. Indica principalmente que el reino debe ser predicado en toda la tierra habitada hasta que en todas las naciones esté reino de Dios, y luego el vendrá fin. Los hechos revelan que, después de su resurrección el Señor Jesús habló a sus discípulos en particular en relación con el reino de Dios por un período de cuarenta días (1:3). Que después que se cumpliera la promesa del padre, que dijo recibireis poder de lo alto, en Pentecostés los discípulos anunciaran el evangelio en Jerusalén y en toda la tierra (2:1-41; 8:1-4). Los hechos también dicen que el evangelio que fué anunciado era el evangelio del reino de Dios (v. 12; 14:22). Incluso el mismo Pablo dice que su testimonio del evangelio de la gracia de Dios era entrar al reino, por lo que el reino de Dios es el contenido del evangelio de Dios (20:24-25). El último versículo en el libro de los Hechos dice que el Apóstol Pablo fue a "proclamar el reino de Dios y la enseñanza en relación con las cosas del Señor Jesucristo con toda valentía (con toda confianza y sin impedimento)" (28:31). Cuando llegamos a las epístolas, el apóstol Pablo dice en el libro de Romanos, "El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia paz y gozo en el Espíritu Santo" (14:17). En 1 Corintios, Gálatas, Efesios señaló que los injustos,las obras de la carne y el que es inmoral no heredaran el reino de Dios (1 Cor. 6:9-10; Gal. 5:19-21; Ef . 5:5). En Colosenses 1:13, escribió que Dios es la salvación para nosotros al librarnos de la autoridad de las tinieblas y nos trasladó a nosotros al reino de su Hijo amado. Desde la perspectiva de Dios estabamos anteriormente en el reino de Satanás, que es la autoridad de las tinieblas, pero Dios nos ha trasladado fuera del reino de la autoridad de las tinieblas y nos transfirió al reino del Hijo de su amor. El apóstol Pablo no es el único que menciona en sus Epístolas que el evangelio es el reino de Dios; Jacobo también se refiere a esta cuestión en su Epístola. Él dice, "¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que Él ha prometido a aquellos que le aman?" (2:5). Pedro se refiere al reino de Dios en sus Epístolas también. Él dice, "Porque de esta manera os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P. 1:11). Incluso el apóstol Juan, que ministró principalmente en la vida, menciona el reino de Dios. Él indica que la regeneración es para ver el reino de Dios, y escribió que a menos que uno nazca de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios (Juan 3:3, 5). En el libro de Apocalipsis, comenzó diciendo, "Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús" (1:9). A medio camino a través del libro dijo: "El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y y a Su Cristo" (11:15). Al final dijo que todos los que resucitaron reinarán con Cristo mil años (20:4, 6). Por último, dijo que todos los que han sido salvos reinarán por los siglos de los siglos (22:5 b).

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EL CENTRO DEL EVANGELIO DE DIOS


El evangelio de Dios tomando el reino Como su objetivo central

Lamentablemente, el evangelio predicado por el cristianismo hoy en día rara vez se menciona el reino de Dios. Cuando se menciona el reino de Dios, se menciona sólo el nombre sin explicar lo que el reino de Dios es en realidad. Por esta razón muchas personas conocen el reino de Dios en el nombre pero no en su realidad-no saben lo que el reino de Dios es verdaderamente. Hoy en día cuando muchas personas predican el Evangelio, predican la "mansión celestial" como la parte central y más importante del asunto. Esto es verdaderamente ridículo. Una lectura cuidadosa del Nuevo Testamento desde el primer libro hasta el último no se puede apreciar ni siquiera un solo verso que diga que la meta del evangelio es que la gente valla ir al cielo. Por el contrario, casi todos los libros en el Nuevo Testamento hablan del reino de Dios y dice claramente que el objetivo central del evangelio es el reino de Dios. La intención de Dios con el Evangelio no es para salvar a las personas y llevarlas al cielo, sino para guardar en el reino, es decir, en el reino de los cielos. El evangelio no es una cuestión de una mansión celestial, sino un asunto del reino. Por otra parte, la Biblia no habla de una mansión celestial, sino de la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:2 dice: "Yo vi la ciudad santa,la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo." Debo decir enfáticamente que lo que la Biblia muestra en relación con el evangelio y la salvación esto absolutamente no tiene por objeto una mansión celestial, pero en el reino, El objetivo del evangelio de Dios no es para salvar a las personas y llevarlas a una mansión. Hay una gran diferencia entre un reino y una mansión. Una mansión es simplemente un lugar, sin embargo, un reino implica no sólo un lugar, sino también muchos otros asuntos. Espero que esta apertura de la palabra le dará una profunda impresión de que el objetivo del evangelio de Dios es salvar a nosotros en su reino. Tal vez usted nunca había escuchado esta palabra o tenía esta impresión. A pesar de que usted haya oído el evangelio, se salvó, se convertío en un creyente, e incluso se reunió con los creyentes un cierto número de años, puede que nunca haya tenido la impresión de que el objetivo del evangelio de Dios es para ahorrar en un reino. Usted puede saber que a través del evangelio de Dios ha obtenido el perdón de los pecados, la paz a través del perdón de los pecados y la reconciliación con Dios. También puede saber que a través del evangelio de Dios ha recibido de Dios la vida para convertirse en hijo de Dios y un miembro del hogar de Dios. Tal vez ustedes saben que a través del evangelio de Dios ha recibido el Espíritu Santo de Dios y todo tipo de dones espirituales y bendiciones. Creo que todos los hermanos y hermanas conocer estos contenidos del evangelio, Sin embargo, además de todas estas cosas buenas, la cuestión central revelado en la Biblia en relación con el evangelio de Dios es que sú objetivo es salvarnos para el reino de Dios.

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viernes, 18 de julio de 2008

CREER QUE JESUS ES DIOS


CREER QUE JESUS ES DIOS
Un cristiano no es una persona que cree en una religión muerta. Es una persona que cree en un Salvador viviente. Jesucristo murió hace dos mil años, pero hoy El vive para siempre (Ap. 1:18). Cuando una persona invoca Su nombre y cree en El (Ro. 10:9), Cristo como el Espíritu viviente entra en él y cambia su vida. Mahoma murió, y su tumba todavía está en la Meca. Alejandro Magno murió y todavía yace en su tumba. Todos los grandes líderes mundiales murieron y están en sus tumbas o mausoleos. Pero Jesucristo vive; Su sepulcro está vacío, y El vive dentro de millones de Sus creyentes. Si usted invoca a Alejandro Magno, no recibirá respuesta porque él está muerto. Pero si invoca a Jesús, El entrará en usted y cambiará su vida. El convertirá su vacío en realidad, su oscuridad en luz, su debilidad en fuerza, su temor en valentía, y su pena en gozo. Todos los que invoquen el nombre del Señor Jesús ciertamente serán salvos (Ro. 10:13).
Un día Cristo aparecerá de nuevo en esta tierra y establecerá Su reino celestial en la tierra (Ap. 11:15). La Biblia dice que el cielo espera que venga ese día (Hch. 3:21). Pero hoy usted puede experimentarle creyendo en El. Si usted le abre su corazón, El entrará en usted y establecerá Su reino en usted. Usted será sacado del reino de las tinieblas y traído al reino de luz (Col. 1:13). Cristo será la vida nueva para usted por dentro (Col. 3:4), y usted será una persona nueva en Cristo (2 Co. 5:17).

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jueves, 17 de julio de 2008

LA ASCENSION DE CRISTO


LA ASCENSION DE CRISTO Y SU VIVIR PARA SIEMPRE COMPRUEBA QUE EL ES DIOS
Casi dos mil años han pasado desde que el Señor Jesucristo resucitó. Durante estos dos mil años la historia de la humanidad ha comprobado que nada puede destruir ni quitar este Cristo de Su lugar en el mundo. Los reyes y los imperios han venido y han pasado. El Imperio Romano que en cierta época era la gloria de la civilización antigua se ha desmenuzado, pero el pequeño Jesús de Nazaret a quien persiguió, ha triunfado y permanece. Cuarenta días después de la resurrección, Cristo ascendió a la diestra de Dios (Hch. 1:9; 2:33-36). Hoy El es el Rey de reyes y el Señor de señores (Ap. 19:16). El es Dios y rige todo el mundo. Grandes monarcas y dinastías imperiales han edificado monumentos y edificios en conmemoración a sí mismos, pero se caen en pedazos mediante los ojos de su posteridad. Pero el nombre de Cristo ha permanecido, y Su cruz brilló por las edades con una gloria que siempre aumenta. Los reyes y los conquistadores han instituido calendarios para conmemorar a sus reinados, pero el único calendario que ha permanecido es el calendario de Cristo. Actualmente, en el oriente y en el occidente, desde la nación más industrializada hasta la más atrasada, todos usan el calendario universal, el calendario de Cristo. Sin darse cuenta, el mundo entero reconoce que Cristo es el único Monarca y el Soberano supremo.
Hoy día, todos los eventos mundiales están en manos de Cristo. El es el verdadero Administrador del universo (Ap. 1:5). No ha permitido que el mal perdure, y no ha abandonado al hombre a su propio destino. Detrás de la gran rueda de la historia humana está la mano omnipotente de Cristo.
Cuando los judíos mataron a Jesús, pensaron que los discípulos que le rodeaban se dispersarían en corto tiempo. No esperaban que en menos de dos meses la situación cambiaría por completo y que miles se convertirían a Cristo. El Imperio Romano menospreciaba las pequeñas comunidades de cristianos y pensaba que en poco tiempo su poder imperial aplastaría un movimiento tan débil. No se daban cuenta de que en menos de cuatro siglos los seguidores de Jesús el nazareno se propagarían como fuego por todo el dominio, aun hasta el punto de devorar el imperio mismo. Hace setenta y cinco años los comunistas proclamaron que el cristianismo moriría en esa misma generación. No esperaban que los cristianos por todo el mundo se multiplicarían en miles y millones, incluso dentro de sus propios países ateos. Actualmente en Rusia, en China y en Estados Unidos, millones de cristianos dan testimonio de la fe que han encontrado en Jesucristo. Cada día miles de personas se vuelven a Cristo y se le entregan sus vidas. La fe cristiana no está muerta. Por el contrario, es más viva que en cualquier otra época en la historia. Todo esto una vez más comprueba que Jesucristo es Dios y que vive para siempre.

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miércoles, 16 de julio de 2008

LA RESURRECCION DE CRISTO


LA RESURRECCION DE CRISTO COMPRUEBA QUE ÉL ES DIOS
El aspecto más maravilloso en cuanto a Cristo no es sólo la manera en que murió, sino que El no se quedó en la muerte. Estuvo en el sepulcro menos de setenta y dos horas. El tercer día Cristo se levantó del sepulcro (Mt. 28:1-6). Este es un hecho histórico que ningún historiador puede cambiar. El resucitó con un cuerpo y se apareció a Sus discípulos muchas veces durante cuarenta días (1 Co. 15:4-7; Hch. 1:3). Muchos críticos modernos han considerado que la resurrección es un mito o una historia que los primeros discípulos inventaron. Pero el hecho de que tantos testigos hayan visto a Cristo después de Su resurrección, y el hecho de que tal encuentro con el Cristo resucitado causó cambios profundos en sus vidas, comprueban de manera convincente que la resurrección no es algo inventado. Antes de la resurrección de Cristo los discípulos estaban temerosos y desanimados; inclusive Pedro negó al Señor tres veces (Lc. 22:54-62). Después de Su resurrección el mismo grupo de personas llegó a ser valiente y agresivo. Pedro fue el primero en levantarse el día de Pentecostés para predecir ante más de tres mil personas (Hch. 2:14). Ninguna invención puede producir un cambio que transforma la vida misma; tampoco podían los discípulos estar en alguna clase de alucinación religiosa, porque todos hablaban de manera sobria y se portaban de manera responsable. La iglesia original no era una comunidad de locos que estaban engañados, sino que era cuerpo de creyentes normales, rectos y sobrios. La resurrección de Jesucristo es el hecho histórico más grande en la historia de la humanidad. Cambió el transcurso de la historia humana y abrió el camino para que el hombre tuviera una nueva vida en Cristo.

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martes, 15 de julio de 2008

LA MUERTE DE CRISTO


LA MUERTE DE CRISTOCOMPRUEBA QUE EL ES DIOS
Después de treinta y tres años de estar en la tierra, Cristo murió. Su muerte fue extraordinaria. Fue diferente de la de cualquier otro hombre en la tierra. Todos los líderes religiosos mueren como hombres y son sepultados como hombres. Pero Cristo murió de manera diferente de todos los demás. Su muerte fue distinta de la muerte humana ordinaria en seis aspectos:
En primer lugar, El les habló a Sus discípulos de Su muerte antes de que ocurriera. El mostró a Sus discípulos que “le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto y resucitar al tercer día” (Mt. 16:21). El no sólo predijo Su muerte sino también que resucitaría tres días después. Esto demuestra que Su muerte no fue una muerte accidental a manos de hombres, sino que fue una muerte ordenada de antemano por Dios.
En segundo lugar, Su muerte fue el cumplimiento exacto de las profecías en cuanto al Mesías, predichas por los profetas centenares de años antes. En el Antiguo Testamento, Salmos 22:15-18, se describe la escena de la muerte de Cristo: “Como una teja se secó Mi vigor, y Mi lengua se pegó a Mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron Mis manos y Mis pies. Contar puedo todos Mis huesos; ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí Mis vestidos, y sobre Mi ropa echaron suertes”. Esta es una descripción vívida de la manera en que habría de morir el Mesías. Si leemos la narración de los Evangelios, veremos que exactamente así murió Cristo. Cuando El estaba en la cruz, Sus manos y Sus pies habían sido traspasados. La deshidratación causada por el derramamiento de sangre y agua con toda seguridad hizo que Su lengua se pegara a Su paladar y que Sus huesos se pronunciaran. Mateo 27:35 dice que cuando los soldados habían crucificado a Cristo, “repartieron entre sí Sus vestidos, echando suertes”, lo cual fue el cumplimiento exacto de las palabras de la profecía del Antiguo Testamento.
En tercer lugar, ya se había presentado centenares de años antes la hora y la manera que Cristo habría de morir, en los tipos del Antiguo Testamento. En Exodo 12 el relato de la fiesta de la Pascua nos dice que un cordero había de ser preparado para la fiesta (vs. 3, 5-6). Este cordero debía ser sin defecto y debía ser examinado cuatro días antes de la Pascua. Se le debía matar el día catorce del primer mes en un palo que tenía forma de cruz. Este es el cuadro completo de la manera en que Cristo murió en la cruz. Antes de ser puesto en la cruz, fue examinado seis veces, por los judíos y los gentiles, y se le halló sin falta. También Su muerte ocurrió el día catorce del primer mes, el día de la Pascua (Mr. 14:12-17; Jn. 18:28).
En cuarto lugar, cuando Cristo murió, dijo: “Consumado es” (Jn. 19:30). Cuando un ser humano típico muere, se acaba su carrera. No importa cuán grande sea la persona, una vez que sale del mundo, su trabajo se termina. Pero la muerte de Cristo no era Su final; al contrario, fue el punto culminante de Su obra. La muerte marcó no sólo la terminación de Su carrera sino también la culminación de Sus logros. Tal muerte ciertamente no fue una muerte ordinaria, sino una muerte que tiene mucho significado y que implica grandes logros.
En quinto lugar, la muerte de Cristo inició eventos sobrenaturales, lo cual demuestra la naturaleza sobrenatural de Su muerte. La muerte de los seres mortales es la muerte de pecadores por sus propios pecados; pero la muerte de Cristo es la muerte de Dios en un ser humano por los pecadores. Como tal, fue una muerte extraordinaria. Cuando Cristo murió, cayeron tinieblas sobre la tierra en pleno mediodía. La tierra se sacudió y las piedras se rompieron. Las tumbas se abrieron, y muchos muertos resucitaron (Mt. 27:45, 51-53). En toda la historia, ¿quién ha tenido una muerte semejante? El fenómeno fue tan asombroso que el centurión y los que estaban con él vigilando sobre el cuerpo de Jesús se espantaron en gran manera y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt. 27:54). La creación se sacudió de temor y temblor porque era el Creador quien había muerto en la cruz.
En sexto lugar, la Biblia dice que Cristo murió como Sustituto de todos los pecadores (1 P. 3:18) y se ofreció a Dios como sacrificio por los pecados de todo el mundo (Jn. 1:29; 1 Jn. 2:2). Mientras Cristo estaba clavado en la cruz, Dios puso los pecados del mundo sobre El y lo consideró el único pecador, que sufría una muerte sustitutiva por todos los hombres (2 Co. 5:14). Ningún ser humano ordinario, aun si no tuviera pecado, estaría calificado para ser el sustituto de todos los hombres y llevar los pecados del mundo entero. Sólo un hombre podía morir por los hombres y por los pecados de ellos, y sólo Dios es lo suficientemente grande para abrazar a todos los hombres y llevar todo el peso de los pecados del mundo. Por consiguiente, Aquel que murió por los pecadores y por sus pecados debe de haber sido un Dios-hombre, el mismo Dios mezclado con el hombre auténtico. Este es Jesucristo nuestro Salvador.
Por último, la eficacia eterna de la muerte redentora de Cristo es una comprobación de que Cristo es Dios. La eficacia de la muerte de Cristo es eterna, sin límite en cuanto a espacio o tiempo. La muerte eficaz de Cristo se aplica a cada creyente, sin importar el espacio o el tiempo. La muerte sustitutiva de Cristo efectuó una redención eterna por nosotros (He. 9:12, 14). Si Cristo hubiera muerto solamente como un hombre, la eficacia de Su muerte no habría sido eterna. Sólo Dios es eterno, y sólo lo que Dios cumple puede tener un efecto eterno. La sangre que Cristo derramó en la cruz por nosotros no era sólo la sangre de Jesús el hombre sino también la sangre del Hijo de Dios (1 Jn. 1:7), la “propia sangre” de Dios (Hch. 20:28). Por lo tanto, puede purificarnos de todo pecado. El límite de Su poder para limpiar es tan grande como el límite de nuestros pecados. El hecho de que Cristo murió siendo un hombre auténtico le califica para derramar Su sangre para redimirnos como hombres, y el hecho de que Cristo también sea Dios da la certeza de la eficacia eterna de Su redención por nosotros. Así que, la eficacia eterna de la muerte redentora de Cristo es una prueba convincente de que El es el mismo Dios.

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LA AUTORIDAD DE CRISTO


LA AUTORIDAD DE CRISTO PARA PERDONAR PECADOS COMPRUEBA QUE EL ES DIOS
Cristo no sólo no tenía pecado, sino que también podía perdonar los pecados de otros. Una vez cuando le trajeron un paralítico, El le dijo: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt. 9:2). Los escribas se indignaron por lo que dijo, porque sabían que sólo Dios podía perdonar al hombre sus pecados, y el hecho de que Jesús perdonara pecados implicaba que El se creía Dios. El podía decir lo que dijo porque ¡sí es Dios! El tiene la autoridad de perdonar pecados (Mt. 9:6). En otra ocasión una mujer pecaminosa vino a Jesús, y éste le dijo: “Tus pecados te son perdonados” (Lc. 7:48). Los que estaban comiendo con El en la misma mesa se dijeron: “¿Quién es éste, que también perdona pecados?” (v. 49). Cristo podía perdonar pecados porque El es el mismo Dios.

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lunes, 14 de julio de 2008

QUE CRISTO NO TENGA PECADO


QUE CRISTO NO TENGA PECADO INDICA QUE EL ES DIOS
Cristo llevó una vida en la tierra sin pecado. Una vez le llevaron una mujer que había sido descubierta en adulterio. La ley judía de esa época requería que cualquier persona que fuera sorprendida en adulterio fuera apedreada hasta la muerte. Los que estaban alrededor de Jesús trataron de ponerle a prueba. El le dijo a la multitud que quienquiera que no hubiera pecado tirara la primera piedra. Al oír esto, todos se fueron, uno tras otro, empezando desde los mayores. Al final, sólo quedó Jesús (Jn. 8:1-11). El podía desafiar a otros porque El no tiene pecado. Si El tuviera pecado, no habría tenido el denuedo para desafiarlos como lo hizo. Su madre y Sus hermanos en la carne estaban entre los que estaban con El cuando estuvo en la tierra. Ninguno de ellos puso en duda Su declaración de que no tenía pecado. Esto comprueba que El es Dios, porque Dios es el único que no tiene pecado. La Biblia dice que cuando El vivía en la tierra, era igual que nosotros en todo, pero sin pecado (He. 4:15). Cuando fue llevado ante el gobernador romano, éste declaró que no podía condenarle de ningún pecado según la ley romana más estricta (Lc. 23:4). El ladrón que fue crucificado junto con El también declaró que Jesús no había hecho nada malo (Lc.23:41). Judas, el discípulo que le traicionó, confesó que había entregado sangre inocente (Mt. 27:4), y el centurión que le crucificó proclamó: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lc. 23:47). Antes de Su muerte fue juzgado y examinado por nueve grupos de personas: 1) los ancianos del pueblo, 2) los principales sacerdotes, 3) los fariseos celosos, 4) los saduceos incrédulos, 5) los herodianos políticos, 6) los legalistas doctores de la ley, 7) el gobernador romano Pilato, 8) Herodes y 9) el sumo sacerdote. En todos estos escrutinios se demostró que no tenía pecado. El hecho de que Cristo no tuviera pecado comprueba que El es Dios.

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LAS PALABRAS DE DIOS


LAS PALABRAS DE DIOS TESTIFICAN QUE EL ES DIOS
Aún más sorprendentes que los milagros de Cristo son las palabras que El habló. El habló con autoridad y vida (Mt. 7:28-29; Jn. 6:63). Muchos grandes líderes del mundo han dejado palabras de sabiduría para la posteridad, pero nadie en la historia ha afectado tantas vidas como Cristo lo ha hecho con Sus palabras. Sus palabras dan vida a millones y han hecho que un sinnúmero de personas hayan muerto como mártires por El. Napoleón podía persuadir a sus soldados a que murieran por su causa mientras él aún vivía, pero cuando murió, su causa murió con él. Sin embargo, dos mil años después de la muerte de Cristo, hombres y mujeres de todo el mundo están dispuestos a vivir y morir por El. Sus palabras son citadas en libros, bibliotecas, congresos y escuelas en todo el mundo. Sus enseñanzas acerca de la moral y las relaciones humanas se convierten en la base de una sociedad justa y humana (Mt. 5—7). Pero lo más sorprendente de Su enseñanza no fue la sabiduría y la moral que habló, sino Sus extraordinarias declaraciones acerca de Sí mismo. El dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6). También dijo: “Yo soy la resurrección” (Jn. 11:25). El dijo a los hombres que El era la luz del mundo, y que aquellos que lo siguieran no andarían en tinieblas (Jn. 8:12). El dijo que era el pan de vida y que aquellos que lo comieran no tendrían hambre (Jn. 6:35). De hecho, podemos decir que la parte más importante de Su enseñanza es lo dicho acerca de Sí mismo. Muchos líderes religiosos enseñan doctrinas a los hombres, pero las doctrinas no tienen nada que ver con los maestros mismos. Por ejemplo, el budismo enseña la reencarnación, pero la reencarnación no tiene nada que ver con el fundador del budismo. Pero las enseñanzas de Cristo están estrechamente ligadas a la persona de Cristo. Si quitamos a Cristo, no queda más doctrina para la fe cristiana. La fe cristiana está centrada en lo que Cristo es. La persona de Cristo es la doctrina. Sin El, no hay doctrina.
Ghandi no podía decir que él era la luz del mundo, tampoco Aristóteles dijo que él fuera el camino y la verdad y la vida. Los más grandes filósofos del mundo, cuando mucho, pueden decir que les muestran el camino a los demás; ellos nunca pueden decir que son el camino. Pero Cristo dijo que El es el camino y la verdad y la vida. Un filósofo francés dijo una vez que si el relato de los Evangelios fuese una farsa, el que lo hubiese escrito estaría calificado para ser Cristo mismo.

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LOS MILAGROS DE CRISTO


LOS MILAGROS DE CRISTODEMUESTRAN QUE EL ES DIOS
Otra prueba de la deidad de Cristo son los milagros que hizo en la tierra. Uno de los maestros judíos de Su tiempo, Nicodemo, confesó que nadie podía hacer los milagros que Cristo hacía a menos que Dios estuviese con El (Jn. 3:2). Durante Sus tres años y medio de ministerio, El sanó leprosos (Lc. 5:12-13), restauró cojos (Mt. 11:5), mudos (Mr. 7:37), ciegos (Mt. 9:27-30) e incluso resucitó muertos (Jn. 11:43-44). El echó fuera demonios (Mt. 8:28-32) y calmó la tormenta (Mt. 8:23-27). El alimentó a cinco mil con cinco panes y dos peces (Mt. 14:15-21). Transformó el agua en vino (Jn. 2:1-11) y caminó sobre el mar (Mt. 14:25). El tenía poder sobre la naturaleza y potestad sobre los demonios. El ejerció Su poder y autoridad para traer el reino de Dios, e incluso dio este poder y autoridad a Sus discípulos. Algunos profetas del Antiguo Testamento pudieron hacer milagros, pero ninguno hizo los milagros que Jesús hizo. Jesús podía resucitar muertos porque El es Dios y porque tiene el poder de la vida. El proclamó ser la resurrección y la vida (Jn. 11:25). El probó ser Señor sobre la naturaleza y sobre Satanás. El Evangelio de Juan dice que estos milagros manifiestan Su gloria (Jn. 2:11) y demuestran que El es el Hijo de Dios (Jn. 20:30-31).

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