jueves, 26 de junio de 2008

Hacia la practica de la oración



Un derecho básico
Los creyentes tienen un derecho básico mientras están en la tierra hoy y es que sus oraciones sean contestadas. Cuando la persona es regenerada, Dios le concede el derecho de pedir y de recibir respuesta. En Juan 16 dice que Dios responde cuando le pedimos en el nombre del Señor, para que nuestro gozo sea cumplido; y si oramos sin cesar, nuestra vida cristiana estará llena de gozo.
Si oramos sin cesar y Dios no nos contesta o si hemos sido cristianos por años y Dios a duras penas nos escucha o nunca nos responde, algo muy serio está pasando. Si hemos sido creyentes por tres o cinco años sin recibir respuesta a nuestra oración, somos cristianos extremadamente ineficaces. Aunque somos hijos de Dios, nuestras oraciones no son respondidas. Esto jamás debe suceder.
Todo creyente debe recibir de Dios respuesta a sus oraciones, pues tal experiencia es básica. Si Dios no nos ha contestado la oración por mucho tiempo, esto indica que algo se ha interpuesto entre Él y nosotros.
Nos gustaría preguntarle a cada creyente: ¿Ha aprendido usted a orar? ¿Ha contestado Dios su oración? Estamos equivocados si dejamos oraciones sin respuesta, porque las oraciones no son palabras al viento, puesto que se ofrecen para ser contestadas. Si usted ha creído en Dios, Él debe contestarle.
La oración puede considerarse el tema más profundo y a la vez el más sencillo. Es tan insondable que algunos nunca han orado como es debido a pesar de haber oído acerca de la oración toda su vida. Muchos hijos de Dios tienen el sentir de que jamás aprendieron a orar. Sin embargo, la oración es algo tan sencillo que tan pronto una persona cree en el Señor puede empezar a orar, y sus oraciones son contestadas. Si usted tiene un buen comienzo en su vida cristiana, siempre recibirá respuesta a sus oraciones.
Condiciones para que Dios nos conteste
Pedir
Todas nuestras oraciones deben ser peticiones genuinas delante de Dios. Después de que un hermano fue salvo, oraba todos los días hasta que un día una hermana le preguntó: “¿Ha escuchado Dios alguna vez tu oración?” Esto lo sorprendió, pues para él la oración era simplemente oración, y no veía razón para preocuparse si era contestada o no. Desde entonces, cada vez que oraba, le pedía a Dios que contestara su oración. Empezó a hacer memoria de cuántas oraciones no habían sido respondidas, y descubrió que sus oraciones eran vagas y sin meta.
Si oramos sin esperar respuesta, como si fuese un ritual, no obtendremos respuesta. El Señor dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mt.7:7). Él quiere saber lo que uno quiere y pide específicamente. Sólo así Él se lo podrá dar. Esto es lo significa “Buscad” y “Llamad”. Si su padre le pide cierta medicina, usted va a la farmacia y pide el medicamento exacto. Si no hemos recibido algo de Dios es porque no pedimos específicamente. El obstáculo está de nuestro lado, no en el de Dios.
El creyente debe aprender a orar con un objetivo concreto. “No tenéis, porque no pedís” (Stgo.4:2). Muchos oran sin pedir. No debemos levantarnos en la reuniones a orar por 20 minutos o media hora sin saber ni lo que decimos ni lo que queremos. Debemos aprender a ser específicos en la oración y saber cuándo Dios contesta nuestra oraciones y cuándo no.
No pedir mal
Hay una segunda condición al orar y es que no debemos pedir mal. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal” (Stgo.4:3). No debemos orar sin dirección y sin control, ni pedir mal o descuidadamente ni pedir cosas innecesarias o que agraden a nuestra carne, ya que si lo hacemos, nuestras oraciones serán vanas.
Pedir mal significa solicitar más de lo que uno necesita o puede contener. Si uno se halla en una necesidad seria, está bien que pida a Dios que la resuelva, pero si no tiene ninguna necesidad, y pide cosas a Dios, está pidiendo mal. Sólo se debe pedir de acuerdo con la capacidad y necesidad de cada uno.
Quitar de en medio los pecados
Algunos no reciben respuesta a sus oraciones debido a que algún pecado se interpone entre ellos y Dios. El salmo 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.” Si una persona está consciente de ciertos pecados y no está dispuesta a dejarlos, el Señor no le contestará las oraciones que haga. El Señor puede compadecerse de nuestra debilidad, pero no permitirá que abriguemos iniquidad en nuestro corazón.
En Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Uno debe confesar los pecados y también pedir al Señor ser librado de ellos.
Creer
Por el lado positivo, la condición indispensable para que nuestra oración halle respuesta es la fe, ya que sin ésta la oración es ineficaz. “Todo cuanto pidiereis en oración, creed que lo recibisteis ya, y lo tendréis” (Mr.11:24.V.M.). Aquí no dice: “Creed que lo recibiréis”, sino “que lo recibisteis ya”. Creer es tener la certeza de que Dios ya respondió nuestra oración, y no la convicción de que Dios responderá nuestra oración. La fe genuina se expresa con la expresión hecho está, y con agradecer a Dios por haber respondido nuestra oración.
En el evangelio de Marcos encontramos algunos ejemplos de fe. Vemos en él tres expresiones que aluden de modo especial a la oración.
a) El poder del Señor: Dios puede. En Marcos 9:21-23 se ve el caso de un padre que intercede por su hijo enfermo, quien le dice al Señor: “Si puedes hacer algo ... ayúdanos”. El Señor le respondió con sus mismas palabras: “Si puedes creer, al que cree todo lo es posible.” El asunto no dependía de si el Señor podía, sino de si el hombre creía. Cuando el hombres está en dificultades, duda mucho y se le hace difícil creer en el poder de Dios. El Señor Jesús reprendió al padre por dudar del poder de Dios. Cuando los hijos de Dios oran deben decir: “¡Señor, tú puedes!” En nuestra oración necesitamos saber que “Dios puede” y que nada es imposible para el Señor.
b) La voluntad de Dios: Dios quiere. En Marcos 1:41 el Señor dice a un leproso: “Quiero, sé limpio.” Aquí nos planteamos la interrogante de si Dios desea hacer algo, no si Él puede. Si Dios no desea sanar, la grandeza de su poder no tendrá efecto en nosotros. La primera pregunta que hay que hacer es si Dios puede, y la segunda es si El quiere. En este caso, el Señor, lleno de compasión, tocó al leproso (la lepra era una enfermedad inmunda según la ley de Moisés) y lo sanó. “Dios puede” y también “Dios quiere”.
c) La acción del Señor: Dios la realizó. En Marcos 11:24 dice que Dios ya efectuó algo. La fe no es creer que Dios puede hacer algo y que lo hará, sino creer que Él ya lo hizo. Cuando la fe es perfecta, no sólo dirá “Dios puede” y “Dios quiere”, sino también “Dios ya lo hizo”.
Los creyentes deben aprender a orar en dos etapas. En la primera deben orar hasta recibir la promesa, la palabra específica de Dios para ellos. Todas las oraciones comienzan por pedirle al Señor algo y pueden continuar por un período de quizás tres o cinco años. Es necesario seguir pidiendo. Algunas oraciones son contestadas inmediatamente, mientras que otras se tardan años, y es entonces cuando se debe perseverar. La segunda etapa se extiende desde el momento en que se recibe la promesa, la palabra específica de Dios, hasta que la promesa se cumple. En esta segunda etapa no se pide, sino que se ofrece alabanza, hasta que la palabra se haya cumplido.
Este es el secreto de la oración.
En la primera etapa uno avanza en la oración desde no tener nada hasta recibir fe, y en la segunda uno avanza en la alabanza desde que recibe la fe hasta palpar la realidad de lo pedido.
Si hacemos esto, recibiremos lo que pedimos, y la oración será una herramienta poderosa en nuestras manos.
Perseverar en el pedir
Otro aspecto que requiere mucha atención en cuanto a la oración es que debemos perseverar y nunca desmayar (Lc. 18:1). Ya que algunas oraciones requieren perseverancia, debemos orar hasta que la oración agote al Señor y lo obligue a contestar. En Marcos 11 se nos dice que debemos orar hasta que tengamos fe, y en Lucas 18 se nos dice que debemos pedir al Señor hasta que Él se vea obligado a contestar. Estas dos clases de fe son diferentes, pero no son contradictorias.
Muchas oraciones son oraciones sin sustancia. Una persona puede orar por uno o dos días, pero después de tres meses se olvida por completo del asunto; otros piden algo una vez y no lo solicitan por segunda vez, lo cual muestra que no están interesados en recibir lo que piden. Cuente las veces que ha hecho la misma oración más de dos, tres, cinco o diez veces. Si usted ya olvidó sus oraciones, ¿cómo puede esperar que Dios las recuerde? Si usted no tiene interés en cierta petición, ¿cómo puede esperar que a Dios le interese escuchar? La verdad es que usted no tiene el deseo de recibir lo que está pidiendo. Una persona orará persistentemente sólo si tiene una verdadera necesidad, y sólo cuando es presionado por circunstancias difíciles. En tales casos, esa persona perseverará por mucho tiempo, y no dejará de orar. Le dirá al Señor: “¡Señor! No dejaré de orar hasta que me respondas.”
Si usted quiere pedir algo y verdaderamente lo desea, debe molestar a Dios y pedirle con insistencia hasta que lo oiga. Al hacer esto, Dios no tiene otra alternativa que contestarle, ya que usted lo ha forzado a actuar.
La práctica de la oración
Cada creyente debe hacer una libreta de oración cada año para anotar en ella sus oraciones, como si se tratara de un libro de contabilidad. Cada página debe tener cuatro columnas. En la primera anotará la fecha en la cual empezó a orar por algo; en la segunda, el objeto por el cual ora; en la tercera, la fecha en la cual recibe respuesta a la oración; y en la cuarta, debe dejar constancia de la manera en que Dios contestó la oración. Entonces, el creyente se dará cuenta cuántas cosas ha pedido, cuántas el Señor ha respondido, y cuántas están pendientes.
La ventaja de anotar toda esta información en un solo cuaderno es que nos muestra si Dios contesta nuestras oraciones o no, porque cuando Dios se detiene, debe de haber alguna razón para que esto suceda.
Es bueno que los creyentes tengan celo al servir al Señor, pero tal servicio es inútil si sus oraciones no reciben respuesta.
En cierta ocasión un hermano anotó los nombres de 140 personas y oró pidiendo que fuesen salvas. Algunas personas fueron salvas el mismo día. Después de año y medio, sólo dos de ellas no habían sido salvas. Este es un excelente modelo para nosotros.
Respecto de la oración, usted no puede ser negligente por ningún motivo. Debe aprender desde el principio a ser estricto en este asunto y debe ser serio ante Dios. Una vez que comience, no se detenga hasta que obtenga la respuesta.
Al usar su cuaderno de oración, note que algunas oraciones necesitan oración continua, y otras sólo una vez a la semana. Este horario depende del número de peticiones que tenga anotadas en el libro. Igual que los hombres organizan su agenda de actividades, también nosotros debemos administrar nuestro tiempo de oración.
Las oraciones en que pide luz, vida y gracia y dones para la iglesia, son oraciones que se dirigen a temas generales, no es necesario clasificarlas con nuestras oraciones específicas. Debemos orar diariamente por estas grandes cosas.
Cuando un hombre cree en el Señor, debe aprender a orar sin cesar. Debe aprender bien la lección de la oración antes de tener un conocimiento profundo de Dios y llevar fruto en abundancia.
Jesus es el Senor!

viernes, 20 de junio de 2008

alimento diario 9


"Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas" (Ez 1:20)
Acompañar el mover de Dios
Mateo 3:11 dice: "Yo os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, a quien yo no soy digno de llevarle las sandalias, es más fuerte que yo; Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego". Una manera de interpretar esta porción es que si alguien recibe al Señor Jesús, Él lo bautizará en el Espíritu Santo, pero si no Lo recibe será bautizado en fuego, es decir, en el lago de fuego. Sin embargo, el versículo 11 no dice: "Él os bautizará en el Espíritu Santo o en el fuego", sino que dice "os bautizará en el Espíritu Santo y fuego". Por eso Pedro nos dice que no debemos sorprendernos del fuego de prueba que nos ha sobrevenido pues el Señor así lo determinó (1 P 4:12).
El Señor usa todas las situaciones para quemarnos, incluyendo a nuestro cónyuge, hijos, hermanos en la vida de la iglesia, compañeros de la escuela y en el trabajo. Estas situaciones vienen a remover las impurezas que aún están en nosotros. Por eso, no nos sorprendemos, por el contrario, debemos decir: "¡Esta es la gracia de Dios!". No es algo extraño ni negativo, sino algo que produce resultados positivos: es la gracia que llega hasta nosotros.
En la vida de la iglesia pasamos por estas pruebas, para así entrar en la próxima era y reinar juntamente con el Señor Jesús. Sin embargo, algunos no reinarán porque sus impurezas aún no fueron totalmente removidas por el fuego. De cualquier manera, al pasar por el tribunal de Cristo, será evidente cuánto de nuestra alma fue transformada. Cuando nos enfrentamos con el fuego pensamos que es algo negativo, algo como un castigo. Por eso, al leer el pasaje de Primera de Pedro tememos y lo rechazamos. Pero después de esta luz ya no podemos rechazar el fuego que viene sobre nosotros, pues es algo necesario para que seamos refinados y purificados.
Cuando somos purificados con el fuego, llegamos a ser personas que tienen fuego dentro de sí. Es decir, tenemos este fuego para practicar el mover de Dios. Ezequiel 1 nos habla del mover de Dios, descrito allí por la rueda que siempre avanza (vs. 15-21). El Señor nos ha llevado a estar en Su mover y siempre acompañarlo. De esta manera recibimos Su comisión: ser fructíferos, multiplicarnos, llenar la tierra y sojuzgarla y dominarla. Para ello es imposible apreciar sólo la Palabra de manera doctrinal. Por el contrario, somos alentados a practicarla y a cumplir nuestra comisión. El Señor realmente nos eligió de manera muy especial y quiere que acompañemos Su mover. Cuando Lo acompañamos, Dios avanza y nosotros avanzamos juntamente con Él. Esta es la gran rueda del mover divino.
Punto Clave: Refinados y purificados
Pregunta: ¿Qué diferencia hay al interpretar Mateo 3:11 con "y" o con "o"?
Jesus es el Senor!

jueves, 19 de junio de 2008

alimento diario 8


"Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 P 4:12)
Las pruebas nos hacen refulgentes
Del huerto de Edén fluía un río que se repartía en cuatro brazos; el primero era el río Pisón, en cuyo lecho había oro y este oro era bueno (Gn 2:11). Cuando leemos oro bueno naturalmente pensamos en oro de veinticuatro quilates. Al estudiar el libro de Ezequiel vemos que el profeta nos habla de un metal brillante, que algunas versiones lo traducen como refulgente (Ez 1:4, 27; 8:2). Es diferente del oro común, es como el oro que estará en la Nueva Jerusalén (Ap 21:21). El oro que allí habrá no será físico, como el oro perecedero de veinticuatro quilates, sino que es totalmente puro y refinado por medio de las pruebas; es un oro transparente.
Al pasar por las pruebas somos purificados hasta que el oro llegue a ser transparente, hasta que la naturaleza divina en nosotros se exprese. Cuando las impurezas son removidas por el fuego, la transparencia aumenta. Pero, en seguida pasamos por nuevos sufrimientos y somos probados nuevamente. Entonces nuestra transparencia aumenta aun más. Finalmente pasamos por nuevas pruebas y logramos eliminar ciertos elementos de la vida del alma. En consecuencia, seremos transparentes en esos aspectos. El resultado de ser refinados y purificados como este oro está en 1 Pedro 1:7b: "Sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo". Esta manifestación es Su segunda venida, al final de la gran tribulación.
Cuando Cristo se manifieste, establecerá Su tribunal en los aires y juzgará a todos los creyentes. Pedro nos habla de que el juicio comienza por la casa de Dios (1 P 4: 17). Por eso nosotros, que somos la casa de Dios, seremos juzgados primero. Este juicio tendrá como criterio evaluar cuán purificados fuimos. No todos estarán trasparentes por completo, no todos tendrán en esa época las impurezas totalmente removidas. Sin embargo, el Señor tendrá otros criterios y tendrá Su tribunal, Su juicio. Si realmente obtenemos la purificación del alma seremos alabados. En otras palabras, quien pasó por varias pruebas, siendo purificado como el oro, será galardonado y entrará en el reino milenario. Además, tendrá participación en la gloria y en la manifestación del reino milenario. También será honrado pues reinará con Cristo mil años.
Si queremos reinar, ciertamente no podemos huir de las pruebas. En la purificación del oro físico, los metales más pesados que lo hacen impuro sólo pueden ser retirados a altísimas temperaturas. Así que, cuanto más puro es el oro, más alta debe ser la temperatura para librarlo de las impurezas que aún le quedan. Igualmente nosotros, cuanto más oro tengamos, mayor será el sufrimiento. ¡Pero no nos desanimemos porque una vez aprobados viene la exaltación y gran gozo!
Todo esto demuestra el amor del Señor para con nosotros. Él quiere que nosotros, los salvos, quitemos nuestras cosas naturales. Es muy común pensar que sólo quien cometió una falta merece pasar por el fuego. ¡Esto es un engaño! No estamos hablando sólo de pecados, sino de cosas naturales que aún están en nosotros. Todos tenemos que pasar por el fuego.
En 1 Pedro 4:12a leemos. "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido". Dios nos destinó para esto. Cuando este fuego viene a probarnos debemos gozarnos. El versículo 13 prosigue: "Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría". Cuando el fuego ardiente viene a probarnos no tenemos otra opción, sino invocar: ¡Oh Señor Jesús! ¡Oh Señor Jesús!". De esta manera llegamos a ser participantes de los padecimientos de Cristo. Esta experiencia puede llevarnos a orar: "Señor, llévame a sufrir por que aun invocando Tú nombre no logro tocarte. Llévame a sufrir por que en el sufrimiento logro tocarte. Cuando sufro e invoco Tu nombre siento Tu presencia".
Al sufrir, no lo hagamos solos: seamos participantes de los padecimientos de Cristo, y suframos con Él invocando. "Oh Señor Jesús". Esto no significa que al sufrir juntamente con Cristo nos gozamos en ese mismo momento y en cosas externas. No, pero cuando Cristo sea manifestado en gloria podremos gozarnos exultando, pues una vez más nuestros elementos naturales habrán sido removidos y los atributos divinos aumentaron en nosotros.
Punto Clave: No podemos huir del fuego
Pregunta: ¿Cuál es el resultado cuando las cosas naturales son removidas?
Jesus es el Senor!

miércoles, 18 de junio de 2008

EL MANÁ 4


Recibimos la bendición de la Palabra de Dios

1 Pedro 2:2 Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado lo bueno que es el Señor.

Efesios 6:17-18 Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos.


En cuanto a la meditación de la Palabra, creo que la mejor manera para describirla es citar lo que George Müller dijo: A partir de entonces, empecé a dedicarme a meditar sobre el Nuevo Testamento desde el comienzo, temprano en las mañanas. Lo primero que hacía des­pués de pedirle al Señor que bendijera Su preciosa Palabra, era meditar sobre ella buscando en cada versículo para obtener de ellos bendición, no con miras a ministrar la Palabra en público, ni con el fin de predicar sobre lo que había meditado, sino con el fin de alimentar a mi alma. Después de algunos minutos, el resultado era que mi alma siempre era conducida a confesar mis pecados, a dar gracias, a interceder o a suplicar.

Sin embargo, al meditar sobre la Palabra de Dios, ello me conducía de inmediato a la oración y me encontraba por momentos confesando mis faltas o intercediendo o haciendo súplicas o dando gracias. Luego, proseguía yo al siguiente versículo, haciendo de éste una oración por mí o por otros, a medida que leía la Palabra de Dios, siempre teniendo en cuenta que el objetivo de mi meditación era alimentar mi alma.Como resultado de ello, surgía la confesión, el agradecimiento, la súplica o la intercesión, mezclada con mi meditación, y mi hombre interior casi siempre era en gran manera nutrido y fortalecido. Cuando iba a desayunar, con raras excepciones, me encontraba en paz, y muchas veces con felicidad de corazón.

EL MANÁ 3


Las diferentes maneras de venir a la Palabra de Dios

Salmos 119:9 ¿Con qué limpiará el joven su camino?/ Con guardar tu palabra.

Salmos 119:148 Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, / Para meditar en tus mandatos.

Efesios 6:17 Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos.

Debemos dividir nuestra lectura de la Biblia en dos períodos diferentes y debemos tener dos ejemplares, uno para cada ocasión. La primera lectura puede hacerse en la mañana, y la otra en la tarde. Ambas lecturas también pueden hacerse temprano en la mañana, leyendo de una manera en la primera mitad del tiempo, y leyendo de otra manera el resto del tiempo. Nuestra lectura de la Biblia debe dividirse en dos períodos. En la mañana o en la primera sesión de nuestra lectura matutina, debemos meditar, alabar al Señor y orar mientras leemos la Biblia, combinando nuestra lectura con meditación, alabanza y oración. En este período recibimos el alimento espiritual y nuestro espíritu es fortalecido. No lea mucho durante esta sesión, tres o cuatro versículos son suficientes. Sin embargo, en la tarde o en la segunda sesión de la lectura matutina, debemos dedicar más tiempo a la lectura de la Biblia, pues lo hacemos con el propósito de aprender más de la Palabra de Dios.

Si es posible, debemos tener dos Biblias. La Biblia que usamos en el primer período puede contener fechas que indiquen ciertos versículos especiales, cierto acuerdo que hemos establecido con el Señor o alguna experiencia especial que tuvimos en ese día. La Biblia que usamos en el segundo período es para beneficio de nuestro entendimiento y en ella debemos tomar nota de todos los hechos espirituales que hayamos logrado identificar y de la luz que hayamos recibido.

EL MANÁ 2


Al descubrir los hechos bíblicos se recibe luz

2 Timoteo 3:15-16 Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.

Salmos 119:169 Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová;/Dame entendimiento conforme a tu palabra.


La Biblia contiene muchos hechos o realidades de índole espiritual. Si los ojos internos están cerrados, no podremos ver tales hechos; pero cuando descubrimos los hechos bíblicos, la mitad de la luz contenida en la Palabra de Dios estará a nuestra disposición. La iluminación de Dios no es otra cosa que Su resplandor sobre los hechos que constan en Su Palabra. Identificar tales hechos es la mitad de nuestra labor requerida al leer la Biblia y debe ser lo primero que debemos hacer al estudiarla.

Por ejemplo, la ley de la gravedad es un hecho, una realidad. Esta existía mucho antes de que naciese Isaac Newton, pero por miles de años nadie la había descubierto. Un día Newton, mientras estaba durmiendo bajo un árbol y al darse cuenta de que una manzana le cayó encima, descubrió la ley de la gravedad. La existencia de los hechos es incuestionable. La pregunta es si hemos logrado descubrir tales hechos.

Lo primero que tenemos que hacer es identificar los hechos, luego memorizarlos, analizarlos, clasificarlos y compararlos. Sólo entonces recibiremos la luz del Señor. De este modo, seremos abastecidos y podremos abastecer a otros. Así seremos nutridos y podremos nutrir a los demás.

jueves, 12 de junio de 2008

EL MANÁ


No es posible “unirse a la iglesia”

Efesios 1:22-23 a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
1 Corintios 1:2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, los santos llamados, con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.


Tenemos que comprender que la Biblia nunca habla acerca de unirse a la iglesia. Si usted está adentro, está adentro; si no está adentro, simplemente no lo está. Si alguno, por la misericordia de Dios, ve algo con respecto al pecado y la sangre de Cristo y, a raíz de ello, recibe de parte de Dios la salvación, el perdón y una nueva vida habiendo sido regenerado por la resurrección de Cristo, entonces, Dios ya puso a tal persona en la iglesia. Ella ya forma parte de la iglesia, ya está dentro de la iglesia y no hay necesidad de que se una a la misma. Ciertas personas todavía piensan que se pueden unir a una iglesia. Pero si existe una iglesia a la que uno pueda unirse, entonces, ciertamente no se trata de la iglesia auténtica. Es posible unirse a tal iglesia porque es una iglesia falsa. Si fuera la iglesia genuina, nadie podría unirse a ella aun cuando se esforzara por hacerlo. Siempre y cuando usted pertenezca al Señor y haya sido engendrado por Él, ya forma parte de la iglesia y no es necesario que se una a ella.

En realidad, la cuestión estriba en si usted ha nacido de Dios o no. Si ha nacido de Dios, ya forma parte de la iglesia. Si usted no ha nacido de Dios, no puede unirse a la iglesia aunque lo intente. No es posible unirse a una iglesia por medio de firmar un documento, pasar un examen, redactar sus resoluciones o simplemente tomar la decisión de hacerlo. Si usted ha nacido de Dios, ya forma parte de la iglesia. Damos gracias a Dios que todos nosotros formamos parte de la iglesia y no necesitamos unirnos a ella.

miércoles, 11 de junio de 2008

GRACIA ESPECIAL



GRACIA ESPECIALY GRACIA DE RESERVA
Pregunta: ¿Por qué hay pobreza en la vida del creyente? ¿Cómo puede uno tener una reserva de gracia ante Dios?
Respuesta: En Apocalipsis 3 El Señor dijo a la iglesia de Laodicea: "Tú eres ... pobre" (v. 17). Dicha pobreza indica que esta iglesia no había acumulado nada. Esto no implica una simple escasez pasajera, sino un vacío continuo.
UN PROBLEMA FUNDAMENTAL
Muchos hermanos y hermanas tienen un problema fundamental: son mantenidos por un suministro especial de gracia. Dependen de una provisión de gracia para el momento y no tienen almacenada la revelación que recibieron "hace catorce años" [2 Co. 12:2]. Hemos dicho que toda la obra que Dios realiza en nuestras vidas es una obra de gracia; así que debemos reconocer que si El quitara de nosotros Su gracia, nuestras vidas quedarían completamente vacías. Además, Dios desea que Sus hijos acumulen un depósito de gracia, y no que dependan exclusivamente de la gracia que reciben esporádicamente para permanecer en Su voluntad. El no se complace en que nosotros Sus hijos vivamos cada día con un suministro especial de gracia, pues desea que tengamos un depósito que rebose de gracia.
Puesto que muchos carecen de una reserva de gracia, el Señor nos manda que ayunemos y oremos. En Mateo 17:21 el Señor dijo que ciertos demonios sólo salen con oración y ayuno. El les dijo a los discípulos que necesitaban una clase especial de oración y ayuno, ya que sin éstos no tendrían el poder que necesitaban. Los creyentes que no tienen sus lomos ceñidos, que no se restringen y que tienen un espíritu indomable, no tienen otra alternativa que depender de dispensaciones esporádicas de gracia. Si recientemente vinimos al Señor, es comprensible que seamos sustentados por un suministro especial de gracia; pero si nos quedamos en ese nivel después de un año o dos de haber creído en el Señor, mostraremos una condición pobre y anormal. Esta pobreza es el resultado de depender de una gracia especial, sin tener ningún depósito o reserva de gracia.
¿Qué es ser rico? Es obviamente lo opuesto de ser pobre. En términos espirituales es tener un depósito de gracia delante de Dios y no depender de un suministro circunstancial de gracia. La pobreza es erradicada por el excedente de gracia que acumulamos en nuestro interior.
PABLO TENIA UN DEPOSITO DE GRACIA
En cierta ocasión estábamos reunidos algunos hermanos hablando sobre las epístolas de Pablo a los corintios. A mí me parece que la revelación de vida más elevada de todo el Nuevo Testamento se encuentra en las epístolas a los corintios.
Esas dos epístolas de Pablo tienen especial importancia, pues son las únicas epístolas que nos dan a conocer a Pablo el hombre. En su Epístola a los Romanos él presenta la salvación de una manera profunda, y en su Epístola a los Efesios presenta una revelación muy elevada y profunda. Todas estas cosas giran en torno a Dios. Sin embargo, si deseamos conocer a Pablo como hombre, tenemos que ir a 1 y 2 Corintios. Sólo estos dos libros nos proporcionan una clara descripción de Pablo; y nos permiten ver su misma persona.
Muchos no pueden ministrar la Palabra de Dios si no tienen alguna inspiración. Si en un momento dado no tienen una inspiración nueva, dejan de hablar. Esto se debe a que las palabras que ministran provienen de su propia inspiración. Si bien es cierto que necesitamos inspiración para tener un ministerio, lo cual es legítimo, también debemos recordar que la inspiración no fluye continua e ininterrumpidamente. Aun en el caso de los primeros doce apóstoles y en el caso de una persona como Pablo, la inspiración no era continua. En cierta ocasión Pablo dijo: "No tengo mandamiento del Señor" (1 Co. 7:25a). El no tenía instrucciones específicas de parte del Señor en esa ocasión. Así que expresó su sentir. Es decir, no tuvo una revelación, una inspiración espiritual ni instrucciones específicas del Señor.
No obstante, encontramos algo sorprendente. Pablo dijo: "Mas doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia para ser fiel" (v. 25b). Pablo expresó su propio juicio. ¡Qué sorprendente! Durante los últimos dos mil años, los teólogos no se han atrevido a explicar estas palabras de Pablo. Pablo sabía de qué estaba hablando. Cuando no tuvo la inspiración para el momento, de todos modos pudo hablar.
Sería una arrogancia de parte de algunos hablar sin recibir antes la inspiración. Otros, por su parte, no se atreven a proferir palabra si no han recibido inspiración, porque carecen de un depósito adicional de gracia. Dios sólo les da suficiente gracia para el momento. Personas así no tienen nada qué decir cuando la inspiración instantánea esté ausente; y por ello dependen de un suministro especial de gracia que satisfaga su necesidad inmediata. Sin dicho suministro no tienen nada que decir.
Sin embargo, Pablo podía expresarse aun sin tener la inspiración inmediata. Las palabras de Pablo eran la palabra de Dios. El Espíritu Santo escogió esas palabras y las incluyó en la Biblia. Nosotros creemos que Dios así lo dispuso. En repetidas oraciones Pablo dijo que eran sus palabras, no las del Señor. No obstante, cuando habló, dio a entender que lo que decía no parecía proceder de sí mismo y concluyó diciendo: "Y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios" (v. 40). Esto es algo muy significativo. De una manera inconsciente él era conducido por el Espíritu Santo. Algunos se precipitan a afirmar que el Espíritu actúa en ellos. Temo que el mismo hecho de tener una experiencia de inspiración inmediata del Espíritu Santo revela que carecen de depósito. Es mejor ser movidos por el Espíritu Santo sin tener conciencia de ello. Los que son superficiales dudan por lo general de si no son movidos por el Espíritu Santo, mientras que los que tienen un depósito dudan de que realmente hayan sido movidos por el Espíritu, preguntándose: "¿Cómo puedo decir que ésta no es la palabra del Señor? En realidad es la palabra del Señor".
Encontramos un principio básico. Pablo tenía algo más que inspiración inmediata; tenía una reserva. Esto se debía a que durante muchos años había seguido al Señor, había sido restringido y se había apartado del pecado. Durante años había aprendido a temer al Señor. En todos esos años, algo se fue acumulando dentro de él. A pesar de que no tenía una inspiración para el momento, tenía algo qué decir. Esto era su depósito, sus riquezas.
Ninguna de las epístolas de Pablo nos revelan tanto su persona como Corintios, donde él afirma que expresa su propia opinión y que no tiene una indicación específica de parte del Señor. No obstante, descubrimos que lo que él profirió era en realidad una revelación para la iglesia. Vemos que Pablo expresa sus propias palabras, pero éstas constan en la Biblia como palabra de Dios. Esta es la cumbre más elevada del Nuevo Testamento, en la que un hombre ha sido edificado, transformado, purificado y constituido por Dios, a tal grado que sus palabras llegan a ser la palabra de Dios. Esto es lo que significa ser rico, y éste es el depósito interior que Pablo acumuló al laborar con Dios por muchos años. El suministro de gracia que se recibe en circunstancias específicas no lo conduce a uno a tal cumbre.
SER RICO SIGNIFICATENER UN DEPOSITO DE GRACIA
Me causa un gran dolor encontrarme frecuentemente a hermanos y hermanas que dependen tanto de la gracia que reciben para el momento, que el período entre los momentos en los que la reciben, sus palabras y sus pensamientos descienden al nivel de los de un incrédulo. ¡Qué gran pobreza revela esto! Cuando una persona así no recibe un suministro, queda vacía. Es cierto que todos quedaríamos totalmente destituidos si la gracia de Dios nos fuera quitada; pero también es cierto que algo de la gracia de Dios puede ser forjada en nuestro ser. La reserva de Dios en el hombre también es un hecho. Algunos viven el día consumiendo lo que reciben para solventar sus necesidades inmediatas, y no pueden soportar las pruebas.
¿Qué son las pruebas? Son aquellos momentos en que parece que Dios no cuidara de nosotros, ni nos escuchara, ni tuviera comunión con nosotros. La señora Guyón entendió muy bien lo que son las pruebas. Las pruebas espirituales son momentos en los que parece que Dios se hubiera cubierto el rostro y hubiera cerrado la boca; cuando parece que El no responderá ni emitirá ningún sonido; cuando El está callado, como si no existiese. Estos momentos de prueba inmediatamente separan a aquellos que acumulan una reserva de los que no tienen ninguna.
Una persona pobre vive del gozo que la oración le traiga y sustenta su vida con la frescura que experimenta en la Mesa del Señor. Cada vez que éstos le faltan, fracasa el resto de la semana y al no poder continuar, tropieza. Muchos dependen toda la vida del suministro inmediato de gracia que reciben, y en consecuencia, no tienen reserva alguna.
Algunas personas, como por ejemplo la señora Guyón, atravesaban pruebas que duraban meses. Durante las pruebas, el mundo entero puede verse tan confuso que parece como si Dios no existiera. En tales momentos se manifestará si la persona tiene un depósito interior de gracia. Pasará la prueba porque tiene algo interior capaz de pasarla, a lo cual llamamos riqueza. De esta riqueza habló el Señor a la iglesia de Laodicea (Ap. 3:18a).
En conclusión, la pobreza equivale a carecer de reservas, y la riqueza consiste en tener una reserva espiritual acumulada.
COMO ACUMULARUNA RESERVA ABUNDANTE
El tiempo es un factor esencial
¿Cómo podemos acumular en nuestro interior una reserva de riquezas? Esta es una pregunta muy importante. Permítanme decirles a los hermanos jóvenes que independientemente de quiénes sean, ninguno de ustedes es realmente rico. Tal vez usted piense que ha llegado a ser rico. Pero acumular riquezas requiere tiempo. Aquellos que han pasado tiempo delante de Dios pueden tener algunas riquezas, y los que no, indudablemente son pobres. Es imposible que los jóvenes sean ricos, pues el tiempo es un factor esencial. Antes pensábamos que algunos jóvenes iban más adelante que algunos ancianos en asuntos espirituales básicos, pero recientemente, cuando tocamos algunos asuntos más profundos en Foochow, descubrimos que muchos de nuestros mejores jóvenes no podían captar los asuntos más prácticos. Les pido a ustedes jóvenes que revisen cuánta riqueza espiritual han acumulado. Me temo que sólo tienen la reserva mínima. No sean orgullosos, pues ser orgulloso no es otra cosa que necedad. Deben comprender que tienen un largo camino por delante; necesitan ser constituidos y establecidos por el Espíritu Santo en dicha senda día tras día. Este es un asunto de suma importancia. No pasen por alto esta observación.
Las experiencias son un factor esencial
En segundo lugar, debemos pasar por varias experiencias. Muchos han pasado bastante tiempo delante de Dios, pero no han atravesado muchas experiencias delante de El. Si uno quiere ser rico, debe pasar tiempo delante de Dios y debe atravesar por muchas experiencias. Las experiencias por las que debemos atravesar constituyen la disciplina del Espíritu Santo. Algunos han sido creyentes por ocho o diez años, pero parece que el Espíritu Santo fuera muy considerado con ellos, pues da la impresión de que no los disciplinara o de que ni siquiera les prestara atención. Es como si el Espíritu Santo no quisiera intervenir en los asuntos de ellos. En el caso de otros, parece como si el Espíritu se centrara en ellos y no los soltara; son severamente disciplinados por El. Parece que no importa lo que ciertas personas hacen, pues el Espíritu no les habla ni por medio de las situaciones ni en sus conciencias. Ni las circunstancias ni sus conciencias les causan molestias. Aunque estas personas parecen recibir el beneficio de pasar mucho tiempo sin sufrir, no aprenden mucho de Dios por no haber sido restringidos, labrados, limitados ni castigados lo suficiente. Esto hace que no sean ricos ante Dios. Así que, no nos desanimemos por las dificultades que afrontemos, ya que cada una de estas situaciones aumenta nuestras riquezas. Cuanto menos problemas tengamos, menos reservas acumularemos y menos palabras tendremos para compartir con otros. Nadie puede tener un mensaje sólido si carece de experiencia. La riqueza en lo que decimos y nuestro servicio a los hijos de Dios son directamente proporcionales a las experiencias por las que hayamos atravesado. Nuestra provisión proviene de las lecciones que hayamos aprendido. No es algo que nos puedan proporcionar los estudios bíblicos ni las doctrinas; es algo que aprendemos cuando el Espíritu Santo nos guía en nuestro andar diario.
Por tanto, espero que no seamos negligentes en nuestra experiencia diaria a medida que aprendamos a seguir al Señor y a reconocer las disciplinas severas que el Señor nos aplica en cada desilusión y fracaso. Inclinémonos delante de El con gratitud y adorémosle, reconociendo que Su propósito en todas estas cosas es enriquecernos.
Un hermano pensaba que era muy fuerte en la fe, hasta que un día se enfermó. Sólo entonces empezó a conocer el verdadero significado de la fe. Si nunca hemos sido pobres, no sabremos lo que es buscar con ahínco al Señor. Si nunca hemos estado enfermos, no conocemos la fe; si nunca hemos tenido problemas, no conocemos la verdadera adoración; si no tenemos experiencias ni hemos aprendido nada, somos pobres. Todos los que tratan de evadir las dificultades permanecen en la pobreza. Todos los que buscan circunstancias fáciles son pobres. Si deseamos progresar, debemos pedir que nos vengan circunstancias difíciles por las cuales atravesar. Cuanto más deseemos aprender, más deberemos experimentar. Nuestra esperanza, nuestra fe y nuestra sumisión vienen en estas diferentes situaciones, nos edifican y nos hacen avanzar. Si exteriormente se nos añade una adversidad más, acumularemos algo más de riquezas espirituales interiormente. Debemos comprender que cada dificultad que encontremos nos enseña algo, no importa cuán arduo sea para nuestra carne ni cuánto nos disguste. Debemos inclinar nuestra cabeza y decir: "Esta es una oportunidad que se presenta una sola vez en la vida y que no viene fácilmente. Señor, te doy gracias".
Estamos rodeados de creyentes, pero algunos parecen estar protegidos de las pruebas y llevan una vida apacible y reposada; no obstante, inmediatamente recibimos la impresión de que la fe, la esperanza y la confianza de estos santos son muy pequeñas.
Permítanme decirles que cuando se encuentren con pruebas, deben levantar la cabeza y alabar al Señor diciendo: "Señor, Tú estás creando otra oportunidad en mí para que acumule riquezas. Todas las pruebas redundan en mi beneficio. Tú has de producir algo en mí que otros no tienen, para que yo pueda traer algo a la iglesia". Hermanos, no se engañen pensando que podrán predicar a fuerza de mucho estudio. Es posible predicar un mensaje sin que se tenga necesariamente un espíritu rico. Uno puede mejorar su predicación y llegar a ser más elocuente, pero esto no lo hará rico en su espíritu.
Tener elocuencia y ser lleno del Espíritu son dos asuntos completamente diferentes. Dios no nos trata injustamente cuando nos manda más pruebas y dificultades; en realidad nos está tratando muy bien. El nos escogió y nos concedió Su favor al proveernos esta gran oportunidad; esto es lo que debemos buscar. Si tenemos luz, debemos recordar siempre que debemos acumular las experiencias que hemos atravesado en el Señor. Se hará evidente si tenemos una reserva en nuestro interior. Cuanto más tratemos de engañar a los demás, más nos conocerán. Cuanto más orgullosos seamos y cuanto más tratemos de mostrar una buena fachada, más quedaremos en evidencia. Tan pronto empecemos a hablar, dejaremos ver lo que en realidad somos. No debemos jactarnos de poder engañar a otros con una piel como la de Esaú, mientras que nuestra voz es la de Jacob. El cúmulo de riquezas espirituales que tengamos se basa en las experiencias por las cuales hayamos pasado.
La necesidad de llegar a un fin
En tercer lugar, es esencial llegar a un fin. No es suficiente que atravesemos por muchas experiencias. Si hemos pasado el debido tiempo y hemos atravesado las experiencias necesarias, debemos preguntarnos si hemos visto algún resultado. Aún podemos hallar aquí un problema. Debemos llegar a una meta concreta. Cuando nos enseñaban química en el colegio, se nos decía que al llevar acabo un experimento debíamos llegar a una conclusión. Esto significa que debemos persistir en el experimento hasta obtener un resultado. Muchas veces iniciamos cosas pero las dejamos inconclusas. Si no concluimos la tarea que empezamos, de nada nos sirve. Todo debe finiquitarse.
La Biblia pone en claro que cuando Dios disciplina a una persona, no la suelta fácilmente; El lleva las cosas hasta el final. No importa si nos roban el ganado, si las ovejas y los siervos son consumidos por el fuego, si se derrumba la casa o si los hijos se mueren. No importa si todo nuestro cuerpo es herido con una sarna maligna. Tiene que llegar el día cuando la lengua se someta y se cierre (véase Job 1:6—2:10; 42:1-6). La Epístola de Jacobo usa la palabra fin en 5:11, cuando habla de "el fin que le dio el Señor" a Job. Aquí podemos ver que lo que cuenta no es la frecuencia de nuestras pruebas, sino que Dios logre el fin que busca por medio de las pruebas. Todos los hijos de Job murieron. ¿Cuántos de nuestros hijos permitiríamos nosotros que murieran? Nadie tiene tantos hijos que esté dispuesto a perder uno. Esto es muy serio. Job recibió una disciplina bastante severa, pero seguía siendo pobre. No debemos pensar que Dios puede darnos pruebas ilimitadas. Cierta hermana, pese a haber perdido a su esposo y a haber quedado viuda, era muy negligente en asuntos espirituales. En una ocasión, después que terminó de dar un testimonio, me sentí muy incómodo en mi interior; así que le hablé con franqueza diciéndole: "Su actitud no es correcta. Es una gran pena que Dios se llevara a su esposo, ¡pero usted no parece haber aprendido la lección! Una persona no tiene muchos maridos que perder". A muchos les gusta subir al monte Kuling a orar, pero no debemos creer que Kuling es un lugar agradable. Kuling es un lugar de juicio implacable. Las "vacas y ovejas" pueden ser robadas, las "casas" pueden derrumbarse, y los "hijos" pueden morir, pero aún así, es posible que el asunto no haya llegado a su fin. Su cuerpo entero puede ser cubierto de "una sarna maligna" sin que el asunto llegue a su finalización. Esto es lo que significa no haber llegado al final. Una persona debe atravesar muchas experiencias, pero sólo hay un número limitado de situaciones por las cuales pueda atravesar. Si una persona no aprende las lecciones por las que atraviesa, no podrá alcanzar el fin que el Señor busca. Esto quiere decir que el Señor no podrá lograr Su meta. Recuerden que si el Señor no obtiene algo, no acumularemos mucha reserva. Si éste es su caso, ¡simplemente está desperdiciando los días, los quebrantos, las pruebas y la disciplina! Todos debemos temer que tal cosa nos suceda. Muchos pasan por disciplina, pero se convierten en vasos quebradizos e inútiles, lo cual es similar a la casa del alfarero, que se menciona en Jeremías 18:4. El piso estaba cubierto de vasijas que se habían echado a perder. Aunque las vasijas pueden afirmar que pasaron por el fuego, yacen en pedazos desperdigados por el piso.
Por lo tanto, nuestra esperanza no se limita a que pasemos suficiente tiempo delante del Señor y tengamos suficientes experiencias, pues también debemos ser vasos para gloria como resultado de lo anterior.
Job no simplemente pasó por adversidades. Un día Dios vio que algo se había finalizado. Había algo nuevo en él; había cambiado. Esto es sumamente importante. Lo importante no es recibir más vida, sino forjar la vida divina en la vida humana.
Frecuentemente se entiende mal cuando digo que el hombre viejo no puede cambiar. Dios ya lo crucificó y puso una vida nueva en nosotros. Si Dios retirara esta vida, el hombre viejo seguiría siendo el hombre viejo. Sin embargo, la Biblia también dice que el hombre puede cambiar y que la mente puede ser renovada y transformada (Ro. 12:2). Recuerden que la vida nueva no es lo único que nos hace diferentes; llegamos a ser diferentes de los demás por la obra que esta vida realiza en nosotros. Cuando vivimos con una persona por mucho tiempo, comenzamos a parecernos a ella. Si vivimos con Dios por un largo tiempo, sería raro que no tuviéramos ningún cambio. Puesto que el Espíritu Santo vive en nosotros, algo debemos de haber aprendido de El que nos haga semejantes a El. En esto consisten la renovación y la transformación.
Por lo tanto, esperamos aprender nuestras lecciones y llegar a una finalización. Confiamos en que el tiempo que pasemos delante de Dios y las lecciones que hayamos aprendido delante de El, tengan una finalización. El Señor puso su Espíritu en nosotros para que aprendiésemos las lecciones y para llevarnos a una clausura. Sólo entonces, podrá usarnos para alimentar a otros. No podemos obtener esto leyendo las epístolas de Pablo; sólo viene al conocer a Cristo (Ef. 4:20). No hacemos las cosas porque la Biblia lo diga; las hacemos porque las hemos aprendido por experiencia. Debemos tener esta cualidad para poder servir a Dios y para que nuestras palabras puedan abastecer a otros.
La luz también es necesaria
El último elemento de esta lista es la luz. Una persona rica es una persona que recibe mucha luz. Debemos aprender las lecciones, y además debemos dejar que el Señor ilumine nuestro espíritu para que veamos lo que estamos aprendiendo. No basta con saber que algo ha sucedido. Lo que nos haya ocurrido debe convertirse en parte de nosotros. Esta es la única manera en que podremos convertir nuestra experiencia en palabras que beneficien a otros. Aquella adversidad no nos acontece sólo a nosotros. Podemos tomar de lo que hemos aprendido y alimentar con ello a otros. Cuando la luz viene, podemos expresar palabras que edifiquen.
Dios frecuentemente nos disciplina, pero nosotros no nos damos cuenta. Sin embargo, algunas veces sí nos percatamos de ello, lo cual hace que la disciplina sea más eficaz. Podemos creer y obedecer por haber sido iluminados y así permitimos que la disciplina cumpla su cometido, que se produzca el fruto y que éste madure. Ese es el fin del hombre delante de Dios. Esta iluminación es el colirio que se menciona en Apocalipsis 3:18, que nos permite ver y brillar.
RECIBIR ILUMINACION NO ESLO MISMO QUE RECIBIR INSPIRACION
Pregunta: ¿La iluminación de la que habla, es diferente de la inspiración?
Respuesta: Sí, es diferente. Esta luz viene por revelación y brilla en nuestro interior. Lo más básico que confronta el ser interior es la obediencia.
LA DISCIPLINA DEL ESPIRITU SANTO
Pregunta: Cuando se nos presenta una adversidad, ¿debemos someternos lo más pronto posible? ¿Depende esta reacción de cuán rápido reconozcamos que la adversidad proviene del Señor?
Respuesta: La respuesta a ambos interrogantes es sí, pero es importante que entendamos el significado de la disciplina del Espíritu Santo.
La disciplina del Espíritu Santo consiste en que cuando el Espíritu Santo opera en nuestras circunstancias externas para llevarnos a una meta particular, crea cierta exigencia en nuestro interior. A esto llamamos la disciplina del Espíritu Santo. Si no nos sometemos, aquello no servirá de nada, pero aún así, El seguirá obrando hasta conducirnos a la obediencia. Vendrá el día cuando El nos hará sumisos. La disciplina del Espíritu produce sumisión. Esto no significa que tengamos la disposición de someternos por nuestra cuenta, sino que somos llevados al punto en el cual espontáneamente obedecemos. Algunos hermanos y hermanas que han sido creyentes por años pueden examinar su pasado y contar las muchas veces que el Señor les habló y ellos obedecieron. El Señor volvió a hablarles, y ellos obedecieron nuevamente. Todos podemos decir esto. Si observamos nuestro pasado, podemos identificar muchas veces cuando el Señor nos habló y aunque no estábamos dispuesto a obedecer, al final cedimos. Este es el resultado de la disciplina del Espíritu Santo. A veces decidimos no obedecer; sin embargo, misteriosamente, después de dos o tres años de confusión, nuestra resistencia desaparece. Este es el resultado de la disciplina del Espíritu Santo. Cuando estamos dispuestos a someternos, la obra termina pronto. Pero agradecemos a Dios que aunque no queramos someternos ni tengamos suficiente fe, podemos ser conducidos a la sumisión. Muchas veces he considerado la disciplina del Espíritu Santo el medio por el cual El llena nuestra falta de sumisión.
Hay dos aspectos de la disciplina del Espíritu Santo. El primero consiste en llevarnos a la sujeción. Dios dispone nuestras circunstancias y nos conduce a someternos. El segundo aspecto es la obra que lleva a cabo el Espíritu Santo después de que nos sometemos. Aunque no estemos dispuestos a someternos, el Espíritu Santo actúa en nosotros haciendo que nos sometamos.
Había un hermano que amaba mucho el dinero. El Espíritu Santo lo disciplinó muchas veces, pero su problema persistía. Durante tres o cuatro años, se le presentaron muchas cosas que le turbaron bastante, a tal punto que hoy, sin habérselo propuesto, ya no ama el dinero. El preguntó: "¿Debo dejar de amar el dinero en un espíritu de obediencia? ¿Qué sucede si lo abandono en un espíritu de desobediencia?" Le respondí: "En tanto que abandones tu amor al dinero, todo está bien". Muchas veces queremos someternos rápidamente y le pedimos a Dios que nos dé gracia para que podamos someternos. Esto es muy loable y hace que tengamos que pasar por menos castigo, además de ahorrarnos algunos quebrantos y llegar más rápidamente al otro lado. Sin embargo, aun si no colaboramos mucho, El nos llevará adelante conforme al tiempo que El determine, siempre y cuando le demos la oportunidad. Esta es la disciplina del Espíritu Santo. Por consiguiente, la obra interior del Espíritu es preciosa, y la obra que lleva a cabo en nuestras circunstancias también es muy valiosa.
Pregunta: ¿Cómo podemos obedecer más rápidamente?
Respuesta: Algunas veces el Espíritu Santo opera en nosotros desde nuestro interior y otras veces actúa en nuestras circunstancias con el paso del tiempo. Cuando actúa en nosotros, la obediencia es instantánea. Pero Dios no sólo trabaja por medio del Espíritu Santo en el hombre; El también labora en éste mediante la disciplina exterior que el Espíritu Santo aplica. Esto no es inmediato; es un proceso constante. El continúa Su labor hasta que estemos dispuestos y hayamos sido transformados, lo cual toma tiempo. Cuando le pedimos a Dios que nos haga sumisos, El responde de dos manera: por Su operación interior, que es instantánea, y por la obra exterior que el dispone en nuestras circunstancias, lo cual requiere tiempo. Así llegamos a someternos, ya sea por medio de la iluminación o mediante la disciplina.
Llegará el día cuando la iglesia alcanzará la plena madurez de la que habla Efesios 4. Entonces no tendrá mancha ni arruga ni cosa semejante, según lo indica Efesios 5. Veamos dos aspectos de la obra. Juan lloró cuando vio que nadie era digno de abrir el libro (Ap. 5:4). No creo que seamos como Juan, pero los lectores de la Biblia se preocupan mucho por lo que leen en Efesios 4 y 5. Parece como si les fuera más fácil pensar que las estrellas caerán del cielo como caen los higos de una higuera y que grandes pedazos de granizo de un talento [como treinta kilogramos] caerán sobre la tierra, que pensar que la iglesia llegará a la madurez, a la estatura de Cristo, sin mancha ni arruga ni ninguna cosa semejante. Les parece imposible que la iglesia pueda ser santa y absolutamente inmaculada, y que pueda ser examinada exhaustivamente sin que se le halle ningún defecto. Sin embargo, vemos que el Espíritu Santo no sólo actúa interiormente sino también exteriormente, con Su disciplina a fin de hacernos irreprochables. ¡Cuán práctica es la disciplina del Espíritu Santo! Nosotros luchamos por eliminar muchas cosas, pero gran parte de ellas es erradicada sin que nos demos cuenta. Nuestro Señor ha dispuesto toda clase de circunstancias para nosotros; El ha planeado nuestro futuro. ¡Este es en realidad el evangelio! Es maravilloso ver que los creyentes tienen a su disposición la disciplina del Espíritu Santo.

martes, 10 de junio de 2008

alimento diario 7


"Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvacion de vuestras almas" (1 P 1:9)
Tomar la cruz para mortificar al "yo"
Todos los salvos, tanto judios como nosotros los gentiles, tenemos la misma meta: obtener una herencia reservada en los cielos. No es solo una promesa de algo fisico y terrenal como la tenia Abraham; es una herencia que está reservada para nosotros y que será manifestada en el tiempo postrero. Sin embargo, necesitamos leer 1 Pedro 1:5 que nos dice: "Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero". Esto significa que para obtener la herencia es necesario cumplir un requisito: alcanzar la salvación completa, y esto se aplica tanto a judíos como a gentiles; se aplica a todos: brasileños, chinos, americanos, todos son iguales. Todos somos guardados por el poder de Dios, porque somos fruto de la misma elección divina. Tambien fuimos lavados y purificados por la sangre de Cristo y recibimos el Espiritu Santo. Pablo enfatiza esto al decir que fuimos predestinados para esta herencia (Ef 1:18).
La salvación mencionada por el apostol Pedro está compuesta por tres etapas: la del espiritu, la del alma y la del cuerpo. Si falta una de esas tres etapas, nuestra salvación será incompleta, por tanto, no podremos recibir la herencia. Ella está preparada para manifestarse en el tiempo postrero, es decir, se completará en el tiempo postrero. Entonces, ¿que debemos hacer hoy en la vida de la iglesia? Retener esta esperanza y perseverar en el camino a la plena salvación. La primera etapa, que es la del espiritu, se produjo cuando creemos en el Señor. La tercera y ultima ocurrirá en la segunda venida del Señor, cuando Él mismo hará de nuestro cuerpo, un cuerpo incorruptible. Pero la etapa intermedia, que corresponde a la del alma, ocurre en el tiempo presente, en la vida de la iglesia. Aunque sea tambien una obra que el Señor opera en nosotros, necesitamos desarrollar esta salvación (cfr. Fil 2:12b). Como dice el versículo 9: "Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas".
Para describir un poco más cómo se produce la salvación del alma, vamos a leer Mateo 16:24: "Entonces Jesús dijo a sus discipulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Estas palabras fueron dichas por el Señor despues de haber revelado a la iglesia (v. 18). Esto significa que despues de entrar en la vida de la iglesia necesitamos tener una vida de seguir al Señor. La vida de la iglesia equivale a seguir al Señor. Mientras Lo seguimos, necesitamos cumplir los requisitos de negarnos a nosotros mismos. Incluso cuando decimos: "¡Amen!", necesitamos hacerlo dispuestos a negar el ego. Si nuestro "yo" no es negado, el amen que decimos no puede ser tan fuerte.
En otras palabras, la vida de la iglesia es una vida de negarnos a nosotros mismos, y perder la vida del alma, tomar la cruz y seguir al Señor. Por eso, cada uno de nosotros debe tomar la cruz y seguir al Señor. Fue suficiente que el Señor Jesús fuera crucificado una vez, para solucionar todos nuestros problemas; pero para nosotros, es diferente: debemos tomar la cruz todos los días. Por eso hoy, en la vida de la iglesia, debemos ser los que cada día toman la cruz para seguir al Señor. Ademas, seguimos al Señor tomando la cruz. Sin tomar la cruz es imposible seguirlo. Si todavía intentamos seguirlo trayendo nuestro "yo" con nosotros, nuestro seguir no es eficaz. Cuando tomamos la cruz mortificamos a nuestro yo.
Punto Clave: Alcanzar la plena salvación
Pregunta: ¿Cuál es el requisito para obtener la herencia?

Jesus es el Senor!

alimento diario 6


"Vosotros tambien, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento" (2 P 1:5)
Hijos maduros
Efesios 1:5 nos dice que fuimos predestinados para la filiacion (VR). No obstante, una cosa es cierta: para recibirla es necesario crecer en vida. El termino "filiacion" en la Biblia se refiere a la "posicion" de un hijo maduro, la condicion de un hijo adulto, o el derecho de los hijos en su etapa de madurez. Es decir, se refiere a aquellos que calificaron para obtener la herencia porque crecieron en vida. Antes de la fundacion del mundo ya hablamos sido marcados para crecer en vida y alcanzar la madurez. La vida de la iglesia es el ambiente ideal para esto. No solo fuimos elegidos, tambien fuimos predestinados para esta plena filiacion. Aunque Pedro no haya hablado de esta manera a los cristianos judios, sin duda todos eran hijos y necesitaban alcanzar la plena filiacion.
Los que fueron regenerados estan destinados para una esperanza viva (1 P 1:3), que se refiere a reinar con el Señor en el reino milenario y a ser la Nueva Jerusalen por la eternidad. En este mismo contexto, en 2 P 1:5-7 leemos: "Vosotros tambien, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor". Estos textos nos muestran que el inicio de nuestra vida cristiana comienza con la fe y se desarrolla por medio de la busqueda hasta que lleguemos a la ultima etapa, que es el amor agape, el amor de Dios. Al llegar a esta condicion ya estaremos aptos para obtener la herencia.
Ademas, 1 Pedro 1:4 continua: "Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros". Esta palabra fue dirigida a los judios salvos, elegidos, que por medio del Espiritu habian recibido la vida divina. De esta manera fueron santificados y llegaron a tener una esperanza viva. Esta esperanza es algo que se espera recibir, y no es algo que ya se obtuvo. Ademas, no se trata solo de una esperanza, sino de una esperanza viva, una esperanza incorruptible, sin mancha, inmarcesible, es decir, que no se marchita, reservada en los cielos. No es una herencia terrenal, como en el caso de Abraham, sino que es algo que está reservado en los cielos. El Señor nos eligió y prepare todo esto para nosotros, los que creamos. Gracias al Señor, porque fuimos predestinamos para él, a fin de ganar la primogenitura.
Punto Clave: Crecer en vida para obtener la herencia
Pregunta: ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra "filiacion"?

viernes, 6 de junio de 2008

alimento diario 5


Hijos maduros Efesios 1:5 nos dice que fuimos predestinados para la filiación (VR). No obstante, una cosa es cierta: para recibirla es necesario crecer en vida. El término "filiación" en la Biblia se refiere a la "posición" de un hijo maduro, la condición de un hijo adulto, o el derecho de los hijos en su etapa de madurez. Es decir, se refiere a aquellos que calificaron para obtener la herencia porque crecieron en vida. Antes de la fundación del mundo ya habíamos sido marcados para crecer en vida y alcanzar la madurez. La vida de la iglesia es el ambiente ideal para esto. No sólo fuimos elegidos, también fuimos predestinados para esta plena filiación. Aunque Pedro no haya hablado de esta manera a los cristianos judíos, sin duda todos eran hijos y necesitaban alcanzar la plena filiación. Los que fueron regenerados están destinados para una esperanza viva (1 P 1:3), que se refiere a reinar con el Señor en el reino milenario y a ser la Nueva Jerusalén por la eternidad. En este mismo contexto, en 2 P 1:5-7 leemos: "Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor". Estos textos nos muestran que el inicio de nuestra vida cristiana comienza con la fe y se desarrolla por medio de la búsqueda hasta que lleguemos a la última etapa, que es el amor ágape, el amor de Dios. Al llegar a esta condición ya estaremos aptos para obtener la herencia. Además, 1 Pedro 1:4 continua: "Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros". Esta palabra fue dirigida a los judíos salvos, elegidos, que por medio del Espíritu habían recibido la vida divina. De esta manera fueron santificados y llegaron a tener una esperanza viva. Esta esperanza es algo que se espera recibir, y no es algo que ya se obtuvo. Además, no se trata sólo de una esperanza, sino de una esperanza viva, una esperanza incorruptible, sin mancha, inmarcesible, es decir, que no se marchita, reservada en los cielos. No es una herencia terrenal, como en el caso de Abraham, sino que es algo que está reservado en los cielos. El Señor nos eligió y preparó todo esto para nosotros, los que creímos. Gracias al Señor, porque fuimos predestinamos para Él, a fin de ganar la primogenitura.Punto Clave: Crecer en vida para obtener la herencia Pregunta: ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra "filiación"?

jueves, 5 de junio de 2008

alimento diario 4


“Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto” (Gn 27:28)
La primogenitura incluye la bendición de Dios
El derecho de primogenitura en el Antiguo Testamento no se limitaba a las bendiciones terrenales, incluía también la bendición de Dios. Después de haber comprado el derecho de primogenitura de su hermano Esaú por un guiso de lentejas (Gn 25:30-34), Jacob procuró quitarle también la bendición de su padre Isaac. Cuando Isaac era anciano y ciego, Jacob, aconsejado por su madre, usó la ropa de Esaú, se colocó la piel de los cabritos sobre las manos y el cuello y se presentó a su padre. De esta manera, obtuvo de él la bendición que le correspondía a su hermano (Gn 27:11-29).
Con este hecho podemos ver que aunque Esaú era quien debería recibir la primogenitura y retenerla, ésta le fue tomada de sus manos. Esaú, por causa de un plato de lentejas se la vendió a Jacob. Y Jacob recibió la bendición de Dios y todas las promesas que les fueron hechas a Abraham y a Isaac, su padre, tanto las de los cielos como las de la tierra. Por eso, como obtuvo la primogenitura para sí, podemos decir que Jacob obtuvo la filiación.
Con este hecho podemos percibir que para recibir la filiación no es suficiente ser hijo, es necesario luchar por ella. No nos podemos alegrar sólo con haber nacido de Dios; debemos luchar para ser Sus herederos, y esto lo alcanzamos, por crecer y madurar en vida. Jacob para recibir la filiación tuvo que usar muchas artimañas y métodos. Pero nosotros somos hijos legítimos de Dios, engendrados por Él, y predestinados para la filiación.
La segunda estrofa del himno 26 de nuestro himnario dice: “¿Quién más sino Tú, Padre / En Tu Hijo puede dar / Tu Espíritu divino / La bendición filial? / Nos cuentas como propios/ Y pronto nos verás / Con Cristo en plena gloria / Delante de Tu faz”. No solamente fuimos elegidos, también fuimos predestinados para la filiación. Jacob tuvo que usar algunos medios para obtener la filiación. Sin embargo, nosotros fuimos elegidos antes de la creación del mundo y también predestinados para la filiación.
Todos los cristianos genuinos, tanto los judíos como nosotros los gentiles, fuimos salvos por la gracia, rociados por la sangre de Cristo y santificados por el Espíritu Santo (1 P 1:2), porque fuimos elegidos. No obstante, para que en el futuro recibamos la filiación, debemos también obtener el crecimiento de vida y madurar. Así, un día recibiremos también la filiación. Pero si no buscamos adecuadamente el crecimiento de vida, sin duda no tendremos derecho a la herencia, es decir, no reinaremos con Cristo en el reino milenario.
Tenemos que estar bien concientes de la diferencia entre ser solamente un hijo y el recibir la filiación. Todos los que se convierten son hijos, fueron bautizados en el Espíritu y llegaron también a ser parte del Cuerpo de Cristo. Indudablemente, llegaron a ser hijos de Dios, pero para recibir la filiación, es decir, para ser hijos maduros, necesitan buscar crecer delante del Señor, para ser vencedores y reinar con Cristo en el reino milenario. Necesitamos buscar el crecimiento de vida. Aunque ya hemos sido elegidos y predestinados antes de la fundación del mundo para la filiación, necesitamos tomar el ejemplo de Jacob y luchar de todas las maneras, a fin de obtener la primogenitura y recibir la herencia.
Punto Clave: No es suficiente ser hijo
Pregunta: ¿Por qué luchaban Esaú y Jacob? ¿Por qué lucha usted?

miércoles, 4 de junio de 2008

alimento diario

“Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11:51b-52)
Regenerados para una esperanza viva
Esta semana tendremos como tema: “La salvación completa”. La semana anterior vimos que Pedro escribió una epístola a los peregrinos, dispersos en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, regiones que se localizaban al norte del mar Mediterráneo (1 P 1:1). El término “peregrino” se refiere a los judíos que creyeron en el Señor Jesús y fueron dispersos por esos lugares.
En 1 Pedro 1:2 leemos: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”. Los “elegidos” en este versículo se refiere a los cristianos judíos que fueron dispersos en varios lugares. Ellos fueron redimidos, pues recibieron la aspersión de la sangre de Jesucristo. Además, ellos también fueron elegidos según la presciencia de Dios Padre, quien los separó para Sí.
El versículo 3 dice: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. Los judíos dispersos o peregrinos, además de ser elegidos, fueron rociados por la sangre y santificados por el Espíritu, también fueron regenerados y recibieron una esperanza viva. Esta esperanza está relacionada con el hecho de recibir una herencia en los cielos (v. 4), y se aplica tanto a los judíos como a nosotros los gentiles.
A la luz del libro de Efesios vimos que todos los que creímos en el Señor fuimos elegidos por Dios antes de la fundación del mundo. Los judíos de la dispersión fueron salvos, regenerados y bautizados en un único Cuerpo (cfr. 1 Co 12:13), por tanto, espontáneamente, deberían estar unidos a las iglesias en las ciudades donde estaban viviendo. Todo esto es porque nosotros, judíos y gentiles, fuimos elegidos en Cristo antes de la fundación del mundo. Es decir, antes de la formación del universo y de la tierra, ya habíamos sido escogidos en el Señor para ser santos y reunirnos en un solo Cuerpo, como sucedió con los cristianos judíos (Ef 1:4; Jn 11:52).
¡Que maravilloso es que el Señor, en Sí mismo, de dos pueblos hizo un solo Cuerpo, a fin de expresarlo y representarlo en la tierra hoy, y por toda la eternidad!
Punto Clave: Estar unido a la iglesia
Pregunta: ¿Cuáles son las semejanzas entre nosotros y los cristianos judíos?


“Predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad” (Ef 1:5)
Predestinados para la filiación
Con relación a los judíos dispersos, no hay duda de que recibieron la salvación. Sin embargo, además de la salvación, hay un aspecto importante mencionado en Efesios 1:5: “Predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad”. Así, podemos ver en Efesios, que fuimos predestinados para la filiación. Todos nosotros, los salvos, fuimos marcados, predestinados para la filiación, es decir, para ser hijos legítimos de Dios que Lo expresan en Su vida y naturaleza.
La palabra “filiación” en Efesios 1 equivale a la palabra “primogenitura” mencionada en el Antiguo Testamento (Gn 25:31; 43:33; Dt 21:16; 1 Cr 5:1-2). El primogénito tenía el derecho de heredar todo lo que el padre poseía.
En la semana anterior mencionamos la historia de Abraham con respecto a la distribución de sus bienes antes de morir. En Génesis 25:1-2 leemos: “Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era Cetura, la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa”. Después de la muerte de Sara, Abraham se casó nuevamente y tuvo seis hijos. Los versículos 5 y 6 continúan: “Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental”. Aquellos que recibieron dones, sin duda, fueron engendrados por Abraham, pero no tenían la primogenitura, es decir, no podían recibir la herencia del padre. A estos seis se suman Isaac e Ismael, que le hacen a Abraham un total ocho hijos. De acuerdo con la constitución de la mayoría de los países de América del Sur, la herencia debería haber sido repartida por igual entre los ocho hijos. Pero en aquella época no era así; existía el derecho de primogenitura: la herencia era dada sólo a una persona, al primogénito.
La primogenitura era algo tan importante para los judíos que Esaú y Jacob, aún en el vientre materno, luchaban entre sí por ella (Gn 25:22). Ellos no luchaban sólo por nacer, sino para nacer primero. En nuestros países no hay problema en cuanto a quien nace primero o quien nace después, porque finalmente la herencia es repartida igualmente a todos los hijos. Sin embargo, en aquella época no era así: sólo quien tenía la primogenitura, tenía el derecho a la herencia.
Isaac fue el primogénito de Abraham, su heredero. Además de la tierra, Abraham poseía siervos e innumerables rebaños de ovejas, bueyes y otros animales. Podríamos preguntarnos ¿por qué Abraham no distribuyó todo eso también a sus otros seis hijos? Si fuese de acuerdo a la constitución de nuestros países todos podrían reclamar el derecho de ser herederos por igual. Sin embargo, en aquella época, el primogénito era el que heredaba todo. Quien tenía la primogenitura recibía toda la herencia por derecho.
¡Que nosotros también valoremos la primogenitura, es decir, la filiación, y seamos hijos maduros, aptos para tener al Señor como nuestra herencia!
Punto Clave: Luchar por el derecho a la herencia
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la primogenitura y lo que establece la constitución de nuestro país?
!Jesus es el Senor!

lunes, 2 de junio de 2008

La vida y la naturaleza de Dios




Semana 2 --- Los elegidos

Sábado --- Leer con oración: 1 P 1:2; Ef 1:4-5


“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Ef 1:4)

Escogidos antes de la fundación del mundo

A partir de 1975, cuando nuestros hijos se formaron en la escuela, ellos nos sirvieron de intérpretes, y la obra del recobro del Señor en Brasil no se restringió sólo a los chinos. Desde entonces, la iglesia en San Pablo ya no hablaba sólo en lengua china. Hoy, la gran mayoría son brasileños, aunque hay todavía reuniones en idioma chino, coreano y otros. Sin embargo, al comienzo éramos como peregrinos.

Aún siendo peregrinos en una tierra, debemos arraigarnos en ella, esperando que nuestros hijos, cuando crezcan, prediquen el evangelio a las personas de aquel lugar. Cuando llegamos al Brasil hablábamos chino, pero cuando nuestros hijos crecieron, pudieron difundir esta palabra. La reunión de la iglesia en San Pablo cuenta con más de mil personas, y se levantaron muchas iglesias más. En esta conferencia debe haber aproximadamente unas ocho mil personas. Y ciertamente, hay muchos más que no han podido estar aquí.

La primera epístola de Pedro fue escrita a los creyentes judíos peregrinos, elegidos de Dios, que vivían en diferentes lugares. Nosotros, los gentiles, también somos elegidos de Dios. Podemos ver esto en Efesios 1:4a: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo”. Fuimos escogidos por Dios, en Cristo, antes de la fundación del mundo. Antes de que se iniciase el tiempo, Dios ya nos había escogido. De acuerdo con el libro de Pedro, los judíos, según la presciencia divina, fueron escogidos y vivían la vida de la iglesia en aquellas ciudades como extranjeros. En el Nuevo Testamento, todos somos extranjeros, pues nuestra patria está en los cielos, y fuimos escogidos antes de la fundación del mundo. ¡Gracias al Señor!

Dios nos hizo santos e irreprensibles por Su obra en nosotros, pues nos predestinó en amor para Él, para la filiación (v. 5), por medio de Jesucristo. Como elegidos de Dios, necesitamos cumplir nuestro encargo de predicar el evangelio del reino en toda la tierra habitada, sin importar el idioma o la cultura, a fin de que todos participen del dispensar del Dios Triuno. A la luz de 1 Pedro 1:2 también somos extranjeros y peregrinos en la tierra, pero debemos decir a las personas que el Padre desea cumplir en ellas Su elección, que el Hijo desea rociar Su sangre para perdonarlas de sus pecados y que el Espíritu desea santificarlas. ¡Amén!.

Punto Clave: Elegidos por Dios

Pregunta: ¿Cuál es nuestra comisión?