jueves, 3 de julio de 2008

NUESTRA SENDA: el desierto


Nuestra senda: el desierto

1 Juan 2:15-16 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.


Aunque otros digan que somos insensatos, no debemos escucharlos; debemos salir de Egipto hoy mismo. Desde el momento en que nos hicimos cristianos, Egipto ha dejado de ser nuestra senda. Ahora nuestra senda es el desierto. En el Nuevo Testamento, tanto Egipto como el desierto representan el mundo: Egipto, en el sentido moral, y el desierto, en el sentido físico. Los cristianos forman parte del mundo en un sentido físico, mas no en el sentido moral. Además, tenemos que saber distinguir otros dos aspectos del mundo: el mundo es un lugar y es también un sistema. En el mundo físico hay muchas cosas cuyo atractivo suscitan los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Todo ello conforma Egipto. Aparte de esto, el mundo es también el lugar donde reside nuestro cuerpo.

Hoy en día, los cristianos tenemos que abandonar el sistema y la organización que son el mundo. Así pues, cuando hablamos de separarnos del mundo nos referimos a nuestra liberación del mundo en un sentido moral y no físico. Tenemos que dejar atrás el mundo en un sentido moral y no en un sentido físico. En otras palabras, si bien nosotros seguimos viviendo físicamente en este mundo, éste se ha convertido para nosotros en un desierto.


JESUS ES NUESTRO SEÑOR...

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