jueves, 29 de mayo de 2008

Alimento diario



La vida y la naturaleza de Dios – las epístolas de Pedro
Semana 1 --- La economia de Dios en los escritos de Pedro
Viernes --- Leer con oración: Mt 18:21-22; 1 P 1:6-7

“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 P 1:7)
Alabanza, gloria y honra en la manifestación de Jesucristo
En 1 Pedro 1:6 leemos: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. Pedro aprendió la lección de ser trabajado y transformado por el Señor. Con el pasar de los años, su vida del alma menguó y la vida divina creció en él al punto de manifestarse. Esto ocurrió por medio de los sufrimientos. Por eso Pedro nos habla sobre este asunto en sus epístolas. Cuando le permitimos al Señor pasar por sufrimientos, Él trabaja en nosotros.
Somos afligidos siempre por diversas pruebas, no sólo una vez o cien veces, sino de acuerdo con nuestra necesidad. Si siempre nos negamos a nosotros mismos, tal vez cincuenta veces sean suficientes. Si no nos negamos, tal vez sea necesario pasar por cien pruebas, doscientas, o hasta trescientas veces. Si queremos la salvación completa, tenemos que tener la salvación de nuestra alma. Sin la salvación del alma, no tenemos la salvación completa. Pero si permitimos que estas diversas pruebas vengan y operen en nosotros como un fuego y nos negamos a nosotros mismos, Pedro afirma: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (v. 7).
Esta es la experiencia de Pedro: su fe llegó a ser más preciosa que el oro perecible, aun probado por el fuego, porque él sabía que su vida del alma estaba siendo quemada y de esa manera, la vida divina crecía en él. Quien pasa por tal experiencia puede recibir alabanza, gloria y honra en la manifestación de Jesucristo, es decir, puede entrar en el reino milenario y recibir gloria y honra con el Señor.
Esta también debe ser nuestra experiencia. A partir de la regeneración y después con el negar de la vida del alma, recibimos tratamientos, cuyo resultado es la salvación del alma. Al mismo tiempo, la vida divina crece en nosotros y consecuentemente la naturaleza divina se manifiesta. Nuevamente decimos: para que la vida divina crezca es necesario que la vida natural mengue. Cuando la vida divina crece y la vida natural mengua, la naturaleza y la vida divina se mezclan en nuestra naturaleza y vida humanas.
La naturaleza humana tiene su parte buena y su parte mala. Cierto hermano tiene una naturaleza buena y ama a las personas, pero su amor dura muy poco. Él ama a ciertas personas por algún tiempo, pero ellas no pueden contradecirle ni hacerle ningún mal. Si esto sucede, es suficiente para que él deje de amarlas. El amor del hombre es limitado, porque así es la naturaleza humana. Pedro preguntó al Señor Jesús: “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mt 18:21). Esto es algo de la naturaleza humana buena. El perdón al prójimo significa que hay algo bueno en la naturaleza humana, como el amor, el perdón, la paciencia, la humildad, la mansedumbre. Tal vez Pedro pensaba que perdonar siete veces era suficiente. Sin embargo, el Señor dijo: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (v. 22). En otras palabras, el perdón no tiene fin; debemos perdonar siempre. Las virtudes como la mansedumbre, la humildad o el soportarnos los unos a los otros no duran mucho. Los atributos divinos, por el contrario, son ilimitados. Debemos permitir que éstos sean cada vez más infundidos en nosotros a fin de que cuando se manifiesten, expresemos a Dios mismo.
Punto Clave: La vida natural debe menguar para que la vida divina crezca
Pregunta: ¿Qué lección aprendemos con Mt 18:21-22?

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