miércoles, 18 de junio de 2008

EL MANÁ 4


Recibimos la bendición de la Palabra de Dios

1 Pedro 2:2 Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado lo bueno que es el Señor.

Efesios 6:17-18 Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos.


En cuanto a la meditación de la Palabra, creo que la mejor manera para describirla es citar lo que George Müller dijo: A partir de entonces, empecé a dedicarme a meditar sobre el Nuevo Testamento desde el comienzo, temprano en las mañanas. Lo primero que hacía des­pués de pedirle al Señor que bendijera Su preciosa Palabra, era meditar sobre ella buscando en cada versículo para obtener de ellos bendición, no con miras a ministrar la Palabra en público, ni con el fin de predicar sobre lo que había meditado, sino con el fin de alimentar a mi alma. Después de algunos minutos, el resultado era que mi alma siempre era conducida a confesar mis pecados, a dar gracias, a interceder o a suplicar.

Sin embargo, al meditar sobre la Palabra de Dios, ello me conducía de inmediato a la oración y me encontraba por momentos confesando mis faltas o intercediendo o haciendo súplicas o dando gracias. Luego, proseguía yo al siguiente versículo, haciendo de éste una oración por mí o por otros, a medida que leía la Palabra de Dios, siempre teniendo en cuenta que el objetivo de mi meditación era alimentar mi alma.Como resultado de ello, surgía la confesión, el agradecimiento, la súplica o la intercesión, mezclada con mi meditación, y mi hombre interior casi siempre era en gran manera nutrido y fortalecido. Cuando iba a desayunar, con raras excepciones, me encontraba en paz, y muchas veces con felicidad de corazón.

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