jueves, 5 de junio de 2008

alimento diario 4


“Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto” (Gn 27:28)
La primogenitura incluye la bendición de Dios
El derecho de primogenitura en el Antiguo Testamento no se limitaba a las bendiciones terrenales, incluía también la bendición de Dios. Después de haber comprado el derecho de primogenitura de su hermano Esaú por un guiso de lentejas (Gn 25:30-34), Jacob procuró quitarle también la bendición de su padre Isaac. Cuando Isaac era anciano y ciego, Jacob, aconsejado por su madre, usó la ropa de Esaú, se colocó la piel de los cabritos sobre las manos y el cuello y se presentó a su padre. De esta manera, obtuvo de él la bendición que le correspondía a su hermano (Gn 27:11-29).
Con este hecho podemos ver que aunque Esaú era quien debería recibir la primogenitura y retenerla, ésta le fue tomada de sus manos. Esaú, por causa de un plato de lentejas se la vendió a Jacob. Y Jacob recibió la bendición de Dios y todas las promesas que les fueron hechas a Abraham y a Isaac, su padre, tanto las de los cielos como las de la tierra. Por eso, como obtuvo la primogenitura para sí, podemos decir que Jacob obtuvo la filiación.
Con este hecho podemos percibir que para recibir la filiación no es suficiente ser hijo, es necesario luchar por ella. No nos podemos alegrar sólo con haber nacido de Dios; debemos luchar para ser Sus herederos, y esto lo alcanzamos, por crecer y madurar en vida. Jacob para recibir la filiación tuvo que usar muchas artimañas y métodos. Pero nosotros somos hijos legítimos de Dios, engendrados por Él, y predestinados para la filiación.
La segunda estrofa del himno 26 de nuestro himnario dice: “¿Quién más sino Tú, Padre / En Tu Hijo puede dar / Tu Espíritu divino / La bendición filial? / Nos cuentas como propios/ Y pronto nos verás / Con Cristo en plena gloria / Delante de Tu faz”. No solamente fuimos elegidos, también fuimos predestinados para la filiación. Jacob tuvo que usar algunos medios para obtener la filiación. Sin embargo, nosotros fuimos elegidos antes de la creación del mundo y también predestinados para la filiación.
Todos los cristianos genuinos, tanto los judíos como nosotros los gentiles, fuimos salvos por la gracia, rociados por la sangre de Cristo y santificados por el Espíritu Santo (1 P 1:2), porque fuimos elegidos. No obstante, para que en el futuro recibamos la filiación, debemos también obtener el crecimiento de vida y madurar. Así, un día recibiremos también la filiación. Pero si no buscamos adecuadamente el crecimiento de vida, sin duda no tendremos derecho a la herencia, es decir, no reinaremos con Cristo en el reino milenario.
Tenemos que estar bien concientes de la diferencia entre ser solamente un hijo y el recibir la filiación. Todos los que se convierten son hijos, fueron bautizados en el Espíritu y llegaron también a ser parte del Cuerpo de Cristo. Indudablemente, llegaron a ser hijos de Dios, pero para recibir la filiación, es decir, para ser hijos maduros, necesitan buscar crecer delante del Señor, para ser vencedores y reinar con Cristo en el reino milenario. Necesitamos buscar el crecimiento de vida. Aunque ya hemos sido elegidos y predestinados antes de la fundación del mundo para la filiación, necesitamos tomar el ejemplo de Jacob y luchar de todas las maneras, a fin de obtener la primogenitura y recibir la herencia.
Punto Clave: No es suficiente ser hijo
Pregunta: ¿Por qué luchaban Esaú y Jacob? ¿Por qué lucha usted?

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