miércoles, 11 de junio de 2008

GRACIA ESPECIAL



GRACIA ESPECIALY GRACIA DE RESERVA
Pregunta: ¿Por qué hay pobreza en la vida del creyente? ¿Cómo puede uno tener una reserva de gracia ante Dios?
Respuesta: En Apocalipsis 3 El Señor dijo a la iglesia de Laodicea: "Tú eres ... pobre" (v. 17). Dicha pobreza indica que esta iglesia no había acumulado nada. Esto no implica una simple escasez pasajera, sino un vacío continuo.
UN PROBLEMA FUNDAMENTAL
Muchos hermanos y hermanas tienen un problema fundamental: son mantenidos por un suministro especial de gracia. Dependen de una provisión de gracia para el momento y no tienen almacenada la revelación que recibieron "hace catorce años" [2 Co. 12:2]. Hemos dicho que toda la obra que Dios realiza en nuestras vidas es una obra de gracia; así que debemos reconocer que si El quitara de nosotros Su gracia, nuestras vidas quedarían completamente vacías. Además, Dios desea que Sus hijos acumulen un depósito de gracia, y no que dependan exclusivamente de la gracia que reciben esporádicamente para permanecer en Su voluntad. El no se complace en que nosotros Sus hijos vivamos cada día con un suministro especial de gracia, pues desea que tengamos un depósito que rebose de gracia.
Puesto que muchos carecen de una reserva de gracia, el Señor nos manda que ayunemos y oremos. En Mateo 17:21 el Señor dijo que ciertos demonios sólo salen con oración y ayuno. El les dijo a los discípulos que necesitaban una clase especial de oración y ayuno, ya que sin éstos no tendrían el poder que necesitaban. Los creyentes que no tienen sus lomos ceñidos, que no se restringen y que tienen un espíritu indomable, no tienen otra alternativa que depender de dispensaciones esporádicas de gracia. Si recientemente vinimos al Señor, es comprensible que seamos sustentados por un suministro especial de gracia; pero si nos quedamos en ese nivel después de un año o dos de haber creído en el Señor, mostraremos una condición pobre y anormal. Esta pobreza es el resultado de depender de una gracia especial, sin tener ningún depósito o reserva de gracia.
¿Qué es ser rico? Es obviamente lo opuesto de ser pobre. En términos espirituales es tener un depósito de gracia delante de Dios y no depender de un suministro circunstancial de gracia. La pobreza es erradicada por el excedente de gracia que acumulamos en nuestro interior.
PABLO TENIA UN DEPOSITO DE GRACIA
En cierta ocasión estábamos reunidos algunos hermanos hablando sobre las epístolas de Pablo a los corintios. A mí me parece que la revelación de vida más elevada de todo el Nuevo Testamento se encuentra en las epístolas a los corintios.
Esas dos epístolas de Pablo tienen especial importancia, pues son las únicas epístolas que nos dan a conocer a Pablo el hombre. En su Epístola a los Romanos él presenta la salvación de una manera profunda, y en su Epístola a los Efesios presenta una revelación muy elevada y profunda. Todas estas cosas giran en torno a Dios. Sin embargo, si deseamos conocer a Pablo como hombre, tenemos que ir a 1 y 2 Corintios. Sólo estos dos libros nos proporcionan una clara descripción de Pablo; y nos permiten ver su misma persona.
Muchos no pueden ministrar la Palabra de Dios si no tienen alguna inspiración. Si en un momento dado no tienen una inspiración nueva, dejan de hablar. Esto se debe a que las palabras que ministran provienen de su propia inspiración. Si bien es cierto que necesitamos inspiración para tener un ministerio, lo cual es legítimo, también debemos recordar que la inspiración no fluye continua e ininterrumpidamente. Aun en el caso de los primeros doce apóstoles y en el caso de una persona como Pablo, la inspiración no era continua. En cierta ocasión Pablo dijo: "No tengo mandamiento del Señor" (1 Co. 7:25a). El no tenía instrucciones específicas de parte del Señor en esa ocasión. Así que expresó su sentir. Es decir, no tuvo una revelación, una inspiración espiritual ni instrucciones específicas del Señor.
No obstante, encontramos algo sorprendente. Pablo dijo: "Mas doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia para ser fiel" (v. 25b). Pablo expresó su propio juicio. ¡Qué sorprendente! Durante los últimos dos mil años, los teólogos no se han atrevido a explicar estas palabras de Pablo. Pablo sabía de qué estaba hablando. Cuando no tuvo la inspiración para el momento, de todos modos pudo hablar.
Sería una arrogancia de parte de algunos hablar sin recibir antes la inspiración. Otros, por su parte, no se atreven a proferir palabra si no han recibido inspiración, porque carecen de un depósito adicional de gracia. Dios sólo les da suficiente gracia para el momento. Personas así no tienen nada qué decir cuando la inspiración instantánea esté ausente; y por ello dependen de un suministro especial de gracia que satisfaga su necesidad inmediata. Sin dicho suministro no tienen nada que decir.
Sin embargo, Pablo podía expresarse aun sin tener la inspiración inmediata. Las palabras de Pablo eran la palabra de Dios. El Espíritu Santo escogió esas palabras y las incluyó en la Biblia. Nosotros creemos que Dios así lo dispuso. En repetidas oraciones Pablo dijo que eran sus palabras, no las del Señor. No obstante, cuando habló, dio a entender que lo que decía no parecía proceder de sí mismo y concluyó diciendo: "Y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios" (v. 40). Esto es algo muy significativo. De una manera inconsciente él era conducido por el Espíritu Santo. Algunos se precipitan a afirmar que el Espíritu actúa en ellos. Temo que el mismo hecho de tener una experiencia de inspiración inmediata del Espíritu Santo revela que carecen de depósito. Es mejor ser movidos por el Espíritu Santo sin tener conciencia de ello. Los que son superficiales dudan por lo general de si no son movidos por el Espíritu Santo, mientras que los que tienen un depósito dudan de que realmente hayan sido movidos por el Espíritu, preguntándose: "¿Cómo puedo decir que ésta no es la palabra del Señor? En realidad es la palabra del Señor".
Encontramos un principio básico. Pablo tenía algo más que inspiración inmediata; tenía una reserva. Esto se debía a que durante muchos años había seguido al Señor, había sido restringido y se había apartado del pecado. Durante años había aprendido a temer al Señor. En todos esos años, algo se fue acumulando dentro de él. A pesar de que no tenía una inspiración para el momento, tenía algo qué decir. Esto era su depósito, sus riquezas.
Ninguna de las epístolas de Pablo nos revelan tanto su persona como Corintios, donde él afirma que expresa su propia opinión y que no tiene una indicación específica de parte del Señor. No obstante, descubrimos que lo que él profirió era en realidad una revelación para la iglesia. Vemos que Pablo expresa sus propias palabras, pero éstas constan en la Biblia como palabra de Dios. Esta es la cumbre más elevada del Nuevo Testamento, en la que un hombre ha sido edificado, transformado, purificado y constituido por Dios, a tal grado que sus palabras llegan a ser la palabra de Dios. Esto es lo que significa ser rico, y éste es el depósito interior que Pablo acumuló al laborar con Dios por muchos años. El suministro de gracia que se recibe en circunstancias específicas no lo conduce a uno a tal cumbre.
SER RICO SIGNIFICATENER UN DEPOSITO DE GRACIA
Me causa un gran dolor encontrarme frecuentemente a hermanos y hermanas que dependen tanto de la gracia que reciben para el momento, que el período entre los momentos en los que la reciben, sus palabras y sus pensamientos descienden al nivel de los de un incrédulo. ¡Qué gran pobreza revela esto! Cuando una persona así no recibe un suministro, queda vacía. Es cierto que todos quedaríamos totalmente destituidos si la gracia de Dios nos fuera quitada; pero también es cierto que algo de la gracia de Dios puede ser forjada en nuestro ser. La reserva de Dios en el hombre también es un hecho. Algunos viven el día consumiendo lo que reciben para solventar sus necesidades inmediatas, y no pueden soportar las pruebas.
¿Qué son las pruebas? Son aquellos momentos en que parece que Dios no cuidara de nosotros, ni nos escuchara, ni tuviera comunión con nosotros. La señora Guyón entendió muy bien lo que son las pruebas. Las pruebas espirituales son momentos en los que parece que Dios se hubiera cubierto el rostro y hubiera cerrado la boca; cuando parece que El no responderá ni emitirá ningún sonido; cuando El está callado, como si no existiese. Estos momentos de prueba inmediatamente separan a aquellos que acumulan una reserva de los que no tienen ninguna.
Una persona pobre vive del gozo que la oración le traiga y sustenta su vida con la frescura que experimenta en la Mesa del Señor. Cada vez que éstos le faltan, fracasa el resto de la semana y al no poder continuar, tropieza. Muchos dependen toda la vida del suministro inmediato de gracia que reciben, y en consecuencia, no tienen reserva alguna.
Algunas personas, como por ejemplo la señora Guyón, atravesaban pruebas que duraban meses. Durante las pruebas, el mundo entero puede verse tan confuso que parece como si Dios no existiera. En tales momentos se manifestará si la persona tiene un depósito interior de gracia. Pasará la prueba porque tiene algo interior capaz de pasarla, a lo cual llamamos riqueza. De esta riqueza habló el Señor a la iglesia de Laodicea (Ap. 3:18a).
En conclusión, la pobreza equivale a carecer de reservas, y la riqueza consiste en tener una reserva espiritual acumulada.
COMO ACUMULARUNA RESERVA ABUNDANTE
El tiempo es un factor esencial
¿Cómo podemos acumular en nuestro interior una reserva de riquezas? Esta es una pregunta muy importante. Permítanme decirles a los hermanos jóvenes que independientemente de quiénes sean, ninguno de ustedes es realmente rico. Tal vez usted piense que ha llegado a ser rico. Pero acumular riquezas requiere tiempo. Aquellos que han pasado tiempo delante de Dios pueden tener algunas riquezas, y los que no, indudablemente son pobres. Es imposible que los jóvenes sean ricos, pues el tiempo es un factor esencial. Antes pensábamos que algunos jóvenes iban más adelante que algunos ancianos en asuntos espirituales básicos, pero recientemente, cuando tocamos algunos asuntos más profundos en Foochow, descubrimos que muchos de nuestros mejores jóvenes no podían captar los asuntos más prácticos. Les pido a ustedes jóvenes que revisen cuánta riqueza espiritual han acumulado. Me temo que sólo tienen la reserva mínima. No sean orgullosos, pues ser orgulloso no es otra cosa que necedad. Deben comprender que tienen un largo camino por delante; necesitan ser constituidos y establecidos por el Espíritu Santo en dicha senda día tras día. Este es un asunto de suma importancia. No pasen por alto esta observación.
Las experiencias son un factor esencial
En segundo lugar, debemos pasar por varias experiencias. Muchos han pasado bastante tiempo delante de Dios, pero no han atravesado muchas experiencias delante de El. Si uno quiere ser rico, debe pasar tiempo delante de Dios y debe atravesar por muchas experiencias. Las experiencias por las que debemos atravesar constituyen la disciplina del Espíritu Santo. Algunos han sido creyentes por ocho o diez años, pero parece que el Espíritu Santo fuera muy considerado con ellos, pues da la impresión de que no los disciplinara o de que ni siquiera les prestara atención. Es como si el Espíritu Santo no quisiera intervenir en los asuntos de ellos. En el caso de otros, parece como si el Espíritu se centrara en ellos y no los soltara; son severamente disciplinados por El. Parece que no importa lo que ciertas personas hacen, pues el Espíritu no les habla ni por medio de las situaciones ni en sus conciencias. Ni las circunstancias ni sus conciencias les causan molestias. Aunque estas personas parecen recibir el beneficio de pasar mucho tiempo sin sufrir, no aprenden mucho de Dios por no haber sido restringidos, labrados, limitados ni castigados lo suficiente. Esto hace que no sean ricos ante Dios. Así que, no nos desanimemos por las dificultades que afrontemos, ya que cada una de estas situaciones aumenta nuestras riquezas. Cuanto menos problemas tengamos, menos reservas acumularemos y menos palabras tendremos para compartir con otros. Nadie puede tener un mensaje sólido si carece de experiencia. La riqueza en lo que decimos y nuestro servicio a los hijos de Dios son directamente proporcionales a las experiencias por las que hayamos atravesado. Nuestra provisión proviene de las lecciones que hayamos aprendido. No es algo que nos puedan proporcionar los estudios bíblicos ni las doctrinas; es algo que aprendemos cuando el Espíritu Santo nos guía en nuestro andar diario.
Por tanto, espero que no seamos negligentes en nuestra experiencia diaria a medida que aprendamos a seguir al Señor y a reconocer las disciplinas severas que el Señor nos aplica en cada desilusión y fracaso. Inclinémonos delante de El con gratitud y adorémosle, reconociendo que Su propósito en todas estas cosas es enriquecernos.
Un hermano pensaba que era muy fuerte en la fe, hasta que un día se enfermó. Sólo entonces empezó a conocer el verdadero significado de la fe. Si nunca hemos sido pobres, no sabremos lo que es buscar con ahínco al Señor. Si nunca hemos estado enfermos, no conocemos la fe; si nunca hemos tenido problemas, no conocemos la verdadera adoración; si no tenemos experiencias ni hemos aprendido nada, somos pobres. Todos los que tratan de evadir las dificultades permanecen en la pobreza. Todos los que buscan circunstancias fáciles son pobres. Si deseamos progresar, debemos pedir que nos vengan circunstancias difíciles por las cuales atravesar. Cuanto más deseemos aprender, más deberemos experimentar. Nuestra esperanza, nuestra fe y nuestra sumisión vienen en estas diferentes situaciones, nos edifican y nos hacen avanzar. Si exteriormente se nos añade una adversidad más, acumularemos algo más de riquezas espirituales interiormente. Debemos comprender que cada dificultad que encontremos nos enseña algo, no importa cuán arduo sea para nuestra carne ni cuánto nos disguste. Debemos inclinar nuestra cabeza y decir: "Esta es una oportunidad que se presenta una sola vez en la vida y que no viene fácilmente. Señor, te doy gracias".
Estamos rodeados de creyentes, pero algunos parecen estar protegidos de las pruebas y llevan una vida apacible y reposada; no obstante, inmediatamente recibimos la impresión de que la fe, la esperanza y la confianza de estos santos son muy pequeñas.
Permítanme decirles que cuando se encuentren con pruebas, deben levantar la cabeza y alabar al Señor diciendo: "Señor, Tú estás creando otra oportunidad en mí para que acumule riquezas. Todas las pruebas redundan en mi beneficio. Tú has de producir algo en mí que otros no tienen, para que yo pueda traer algo a la iglesia". Hermanos, no se engañen pensando que podrán predicar a fuerza de mucho estudio. Es posible predicar un mensaje sin que se tenga necesariamente un espíritu rico. Uno puede mejorar su predicación y llegar a ser más elocuente, pero esto no lo hará rico en su espíritu.
Tener elocuencia y ser lleno del Espíritu son dos asuntos completamente diferentes. Dios no nos trata injustamente cuando nos manda más pruebas y dificultades; en realidad nos está tratando muy bien. El nos escogió y nos concedió Su favor al proveernos esta gran oportunidad; esto es lo que debemos buscar. Si tenemos luz, debemos recordar siempre que debemos acumular las experiencias que hemos atravesado en el Señor. Se hará evidente si tenemos una reserva en nuestro interior. Cuanto más tratemos de engañar a los demás, más nos conocerán. Cuanto más orgullosos seamos y cuanto más tratemos de mostrar una buena fachada, más quedaremos en evidencia. Tan pronto empecemos a hablar, dejaremos ver lo que en realidad somos. No debemos jactarnos de poder engañar a otros con una piel como la de Esaú, mientras que nuestra voz es la de Jacob. El cúmulo de riquezas espirituales que tengamos se basa en las experiencias por las cuales hayamos pasado.
La necesidad de llegar a un fin
En tercer lugar, es esencial llegar a un fin. No es suficiente que atravesemos por muchas experiencias. Si hemos pasado el debido tiempo y hemos atravesado las experiencias necesarias, debemos preguntarnos si hemos visto algún resultado. Aún podemos hallar aquí un problema. Debemos llegar a una meta concreta. Cuando nos enseñaban química en el colegio, se nos decía que al llevar acabo un experimento debíamos llegar a una conclusión. Esto significa que debemos persistir en el experimento hasta obtener un resultado. Muchas veces iniciamos cosas pero las dejamos inconclusas. Si no concluimos la tarea que empezamos, de nada nos sirve. Todo debe finiquitarse.
La Biblia pone en claro que cuando Dios disciplina a una persona, no la suelta fácilmente; El lleva las cosas hasta el final. No importa si nos roban el ganado, si las ovejas y los siervos son consumidos por el fuego, si se derrumba la casa o si los hijos se mueren. No importa si todo nuestro cuerpo es herido con una sarna maligna. Tiene que llegar el día cuando la lengua se someta y se cierre (véase Job 1:6—2:10; 42:1-6). La Epístola de Jacobo usa la palabra fin en 5:11, cuando habla de "el fin que le dio el Señor" a Job. Aquí podemos ver que lo que cuenta no es la frecuencia de nuestras pruebas, sino que Dios logre el fin que busca por medio de las pruebas. Todos los hijos de Job murieron. ¿Cuántos de nuestros hijos permitiríamos nosotros que murieran? Nadie tiene tantos hijos que esté dispuesto a perder uno. Esto es muy serio. Job recibió una disciplina bastante severa, pero seguía siendo pobre. No debemos pensar que Dios puede darnos pruebas ilimitadas. Cierta hermana, pese a haber perdido a su esposo y a haber quedado viuda, era muy negligente en asuntos espirituales. En una ocasión, después que terminó de dar un testimonio, me sentí muy incómodo en mi interior; así que le hablé con franqueza diciéndole: "Su actitud no es correcta. Es una gran pena que Dios se llevara a su esposo, ¡pero usted no parece haber aprendido la lección! Una persona no tiene muchos maridos que perder". A muchos les gusta subir al monte Kuling a orar, pero no debemos creer que Kuling es un lugar agradable. Kuling es un lugar de juicio implacable. Las "vacas y ovejas" pueden ser robadas, las "casas" pueden derrumbarse, y los "hijos" pueden morir, pero aún así, es posible que el asunto no haya llegado a su fin. Su cuerpo entero puede ser cubierto de "una sarna maligna" sin que el asunto llegue a su finalización. Esto es lo que significa no haber llegado al final. Una persona debe atravesar muchas experiencias, pero sólo hay un número limitado de situaciones por las cuales pueda atravesar. Si una persona no aprende las lecciones por las que atraviesa, no podrá alcanzar el fin que el Señor busca. Esto quiere decir que el Señor no podrá lograr Su meta. Recuerden que si el Señor no obtiene algo, no acumularemos mucha reserva. Si éste es su caso, ¡simplemente está desperdiciando los días, los quebrantos, las pruebas y la disciplina! Todos debemos temer que tal cosa nos suceda. Muchos pasan por disciplina, pero se convierten en vasos quebradizos e inútiles, lo cual es similar a la casa del alfarero, que se menciona en Jeremías 18:4. El piso estaba cubierto de vasijas que se habían echado a perder. Aunque las vasijas pueden afirmar que pasaron por el fuego, yacen en pedazos desperdigados por el piso.
Por lo tanto, nuestra esperanza no se limita a que pasemos suficiente tiempo delante del Señor y tengamos suficientes experiencias, pues también debemos ser vasos para gloria como resultado de lo anterior.
Job no simplemente pasó por adversidades. Un día Dios vio que algo se había finalizado. Había algo nuevo en él; había cambiado. Esto es sumamente importante. Lo importante no es recibir más vida, sino forjar la vida divina en la vida humana.
Frecuentemente se entiende mal cuando digo que el hombre viejo no puede cambiar. Dios ya lo crucificó y puso una vida nueva en nosotros. Si Dios retirara esta vida, el hombre viejo seguiría siendo el hombre viejo. Sin embargo, la Biblia también dice que el hombre puede cambiar y que la mente puede ser renovada y transformada (Ro. 12:2). Recuerden que la vida nueva no es lo único que nos hace diferentes; llegamos a ser diferentes de los demás por la obra que esta vida realiza en nosotros. Cuando vivimos con una persona por mucho tiempo, comenzamos a parecernos a ella. Si vivimos con Dios por un largo tiempo, sería raro que no tuviéramos ningún cambio. Puesto que el Espíritu Santo vive en nosotros, algo debemos de haber aprendido de El que nos haga semejantes a El. En esto consisten la renovación y la transformación.
Por lo tanto, esperamos aprender nuestras lecciones y llegar a una finalización. Confiamos en que el tiempo que pasemos delante de Dios y las lecciones que hayamos aprendido delante de El, tengan una finalización. El Señor puso su Espíritu en nosotros para que aprendiésemos las lecciones y para llevarnos a una clausura. Sólo entonces, podrá usarnos para alimentar a otros. No podemos obtener esto leyendo las epístolas de Pablo; sólo viene al conocer a Cristo (Ef. 4:20). No hacemos las cosas porque la Biblia lo diga; las hacemos porque las hemos aprendido por experiencia. Debemos tener esta cualidad para poder servir a Dios y para que nuestras palabras puedan abastecer a otros.
La luz también es necesaria
El último elemento de esta lista es la luz. Una persona rica es una persona que recibe mucha luz. Debemos aprender las lecciones, y además debemos dejar que el Señor ilumine nuestro espíritu para que veamos lo que estamos aprendiendo. No basta con saber que algo ha sucedido. Lo que nos haya ocurrido debe convertirse en parte de nosotros. Esta es la única manera en que podremos convertir nuestra experiencia en palabras que beneficien a otros. Aquella adversidad no nos acontece sólo a nosotros. Podemos tomar de lo que hemos aprendido y alimentar con ello a otros. Cuando la luz viene, podemos expresar palabras que edifiquen.
Dios frecuentemente nos disciplina, pero nosotros no nos damos cuenta. Sin embargo, algunas veces sí nos percatamos de ello, lo cual hace que la disciplina sea más eficaz. Podemos creer y obedecer por haber sido iluminados y así permitimos que la disciplina cumpla su cometido, que se produzca el fruto y que éste madure. Ese es el fin del hombre delante de Dios. Esta iluminación es el colirio que se menciona en Apocalipsis 3:18, que nos permite ver y brillar.
RECIBIR ILUMINACION NO ESLO MISMO QUE RECIBIR INSPIRACION
Pregunta: ¿La iluminación de la que habla, es diferente de la inspiración?
Respuesta: Sí, es diferente. Esta luz viene por revelación y brilla en nuestro interior. Lo más básico que confronta el ser interior es la obediencia.
LA DISCIPLINA DEL ESPIRITU SANTO
Pregunta: Cuando se nos presenta una adversidad, ¿debemos someternos lo más pronto posible? ¿Depende esta reacción de cuán rápido reconozcamos que la adversidad proviene del Señor?
Respuesta: La respuesta a ambos interrogantes es sí, pero es importante que entendamos el significado de la disciplina del Espíritu Santo.
La disciplina del Espíritu Santo consiste en que cuando el Espíritu Santo opera en nuestras circunstancias externas para llevarnos a una meta particular, crea cierta exigencia en nuestro interior. A esto llamamos la disciplina del Espíritu Santo. Si no nos sometemos, aquello no servirá de nada, pero aún así, El seguirá obrando hasta conducirnos a la obediencia. Vendrá el día cuando El nos hará sumisos. La disciplina del Espíritu produce sumisión. Esto no significa que tengamos la disposición de someternos por nuestra cuenta, sino que somos llevados al punto en el cual espontáneamente obedecemos. Algunos hermanos y hermanas que han sido creyentes por años pueden examinar su pasado y contar las muchas veces que el Señor les habló y ellos obedecieron. El Señor volvió a hablarles, y ellos obedecieron nuevamente. Todos podemos decir esto. Si observamos nuestro pasado, podemos identificar muchas veces cuando el Señor nos habló y aunque no estábamos dispuesto a obedecer, al final cedimos. Este es el resultado de la disciplina del Espíritu Santo. A veces decidimos no obedecer; sin embargo, misteriosamente, después de dos o tres años de confusión, nuestra resistencia desaparece. Este es el resultado de la disciplina del Espíritu Santo. Cuando estamos dispuestos a someternos, la obra termina pronto. Pero agradecemos a Dios que aunque no queramos someternos ni tengamos suficiente fe, podemos ser conducidos a la sumisión. Muchas veces he considerado la disciplina del Espíritu Santo el medio por el cual El llena nuestra falta de sumisión.
Hay dos aspectos de la disciplina del Espíritu Santo. El primero consiste en llevarnos a la sujeción. Dios dispone nuestras circunstancias y nos conduce a someternos. El segundo aspecto es la obra que lleva a cabo el Espíritu Santo después de que nos sometemos. Aunque no estemos dispuestos a someternos, el Espíritu Santo actúa en nosotros haciendo que nos sometamos.
Había un hermano que amaba mucho el dinero. El Espíritu Santo lo disciplinó muchas veces, pero su problema persistía. Durante tres o cuatro años, se le presentaron muchas cosas que le turbaron bastante, a tal punto que hoy, sin habérselo propuesto, ya no ama el dinero. El preguntó: "¿Debo dejar de amar el dinero en un espíritu de obediencia? ¿Qué sucede si lo abandono en un espíritu de desobediencia?" Le respondí: "En tanto que abandones tu amor al dinero, todo está bien". Muchas veces queremos someternos rápidamente y le pedimos a Dios que nos dé gracia para que podamos someternos. Esto es muy loable y hace que tengamos que pasar por menos castigo, además de ahorrarnos algunos quebrantos y llegar más rápidamente al otro lado. Sin embargo, aun si no colaboramos mucho, El nos llevará adelante conforme al tiempo que El determine, siempre y cuando le demos la oportunidad. Esta es la disciplina del Espíritu Santo. Por consiguiente, la obra interior del Espíritu es preciosa, y la obra que lleva a cabo en nuestras circunstancias también es muy valiosa.
Pregunta: ¿Cómo podemos obedecer más rápidamente?
Respuesta: Algunas veces el Espíritu Santo opera en nosotros desde nuestro interior y otras veces actúa en nuestras circunstancias con el paso del tiempo. Cuando actúa en nosotros, la obediencia es instantánea. Pero Dios no sólo trabaja por medio del Espíritu Santo en el hombre; El también labora en éste mediante la disciplina exterior que el Espíritu Santo aplica. Esto no es inmediato; es un proceso constante. El continúa Su labor hasta que estemos dispuestos y hayamos sido transformados, lo cual toma tiempo. Cuando le pedimos a Dios que nos haga sumisos, El responde de dos manera: por Su operación interior, que es instantánea, y por la obra exterior que el dispone en nuestras circunstancias, lo cual requiere tiempo. Así llegamos a someternos, ya sea por medio de la iluminación o mediante la disciplina.
Llegará el día cuando la iglesia alcanzará la plena madurez de la que habla Efesios 4. Entonces no tendrá mancha ni arruga ni cosa semejante, según lo indica Efesios 5. Veamos dos aspectos de la obra. Juan lloró cuando vio que nadie era digno de abrir el libro (Ap. 5:4). No creo que seamos como Juan, pero los lectores de la Biblia se preocupan mucho por lo que leen en Efesios 4 y 5. Parece como si les fuera más fácil pensar que las estrellas caerán del cielo como caen los higos de una higuera y que grandes pedazos de granizo de un talento [como treinta kilogramos] caerán sobre la tierra, que pensar que la iglesia llegará a la madurez, a la estatura de Cristo, sin mancha ni arruga ni ninguna cosa semejante. Les parece imposible que la iglesia pueda ser santa y absolutamente inmaculada, y que pueda ser examinada exhaustivamente sin que se le halle ningún defecto. Sin embargo, vemos que el Espíritu Santo no sólo actúa interiormente sino también exteriormente, con Su disciplina a fin de hacernos irreprochables. ¡Cuán práctica es la disciplina del Espíritu Santo! Nosotros luchamos por eliminar muchas cosas, pero gran parte de ellas es erradicada sin que nos demos cuenta. Nuestro Señor ha dispuesto toda clase de circunstancias para nosotros; El ha planeado nuestro futuro. ¡Este es en realidad el evangelio! Es maravilloso ver que los creyentes tienen a su disposición la disciplina del Espíritu Santo.

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